Es la hora del recreo, el bullicio de voces infantiles alegra el entorno del colegio Marcelo Usera. En
medio de esta algarabía Carmen, una de las maestras de este centro, hace una llamada especial. Uno de sus alumnos con autismo necesita aprender a diferenciar entre broma y broma pesada y vuelve a necesitar la ayuda de Alberto.

Hace unos años, intentando dar una mejor respuesta educativa a las necesidades que planteaba otra
de sus alumnas consideró que el arte podría ser un buen aliado y recurrió al Museo Nacional
Thyssen-Bornemisza. Fue así como apareció en su vida Alberto, educador a cargo de las líneas de
Educación y acción social del Área de Educación del museo.

Aquella experiencia transformó a todo el mundo. Los alumnos y alumnas que acudieron al museo pudieron expresar su forma de habitar el mundo con nuevos lenguajes, Carmen y Alberto constataron el poder de la creatividad cuando se enlaza con la bondad y la belleza y el colegio amplió sus herramientas de convivencia con la diversidad y la vulnerabilidad.

La historia “Carmen y Alberto toman de la mano el autismo con mucho arte” recuerda que las diferencias nos atraviesan a todos los seres humanos que, si bien el lugar donde nacemos determina nuestra salud, también es cierto que la comunidad que nos rodea y su implicación con la mejora de la dignidad de la vida puede ayudar a mejorarla.

El alumnado con TEA de este colegio demuestra que el arte puede tener un papel activo en la mejora del ejercicio del derecho a la participación, la cultura y la salud de todas las niñas y los niños.