Deuteronomio-042 Administración agradecida
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Al leer el texto en Deuteronomio 14: 22-27 me vino a la mente el incidente en los evangelios donde el Señor Jesús entra en el templo, e indignado por lo...
show moreEl texto en Deuteronomio había dado instrucciones sobre el diezmo. Lee así:
“Indefectiblemente diezmarás todo el producto del grano que rindiere tu campo cada año. Y comerás delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere para poner allí su nombre, el diezmo de tu grano, de tu vino y de tu aceite, y las primicias de tus manadas y de tus ganados, para que aprendas a temer a Jehová tu Dios todos los días.”
Vemos que Dios estableció que un 10% de la cosecha fuera presentada ante dIos como recordatorio para el pueblo de que Dios era el que proveía para ellos.
En Deuteronomio 8 les había dicho:
“Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy; no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente; y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre;
y digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza. Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día.” Deuteronomio 8:11-14, 17-18
El mensaje era claro. Cuando trabajas duro, y llega el momento de recoger beneficios, es muy fácil olvidar que Dios te dio el trabajo, te dio la fuerza, te dio cada detalle que necesitabas para poder ejercer tu trabajo con éxito. El pensar que es tan solo mérito nuestro sería falso e incorrecto. Esta actitud es propia de una persona orgullosa que olvida las bondades del Buen y gran Dios.
Si el pueblo de Dios iba a mantener una relación de confianza en Dios, esta práctica era importante. El principio sigue siendo importante para nosotros. No estamos bajo la ley que estipula que un 10% de nuestros ingresos se destinen al Señor, pero seamos honestas. Todo lo que tenemos pertenece al Señor. Tanto es así que Él puede permitir que el dinero aumente o disminuya como quiera. Es increíble como uno puede ahorrar y usar su dinero con cautela, y sin embargo llegan gastos inesperados. Yo tengo muy claro que tanto yo como todo lo que poseo es del Señor. Esto me ayuda a vivir y usar lo que Dios me ha dado de manera que le traiga a Él gozo. Y si algo se va de forma desafortunada, entonces puedo confiar en que mi Padre celestial, el administrador, me puede dar todo lo que necesito.
Esta es la esencia del diezmo. Esto es lo que Dios quería que su pueblo tuviera en mente. Les instruye que cuando el lugar del tabernáculo fuera establecido, fueran allí a presentar las ofrendas de su cosecha. Dice así el texto:
“Y si el camino fuere tan largo que no puedas llevarlo, por estar lejos de ti el lugar que Jehová tu Dios hubiere escogido para poner en él su nombre, cuando Jehová tu Dios te bendijere, entonces lo venderás y guardarás el dinero en tu mano, y vendrás al lugar que Jehová tu Dios escogiere; y darás el dinero por todo lo que deseas, por vacas, por ovejas, por vino, por sidra, o por cualquier cosa que tú deseares; y comerás allí delante de Jehová tu Dios, y te alegrarás tú y tu familia. Y no desampararás al levita que habitare en tus poblaciones; porque no tiene parte ni heredad contigo.”
Las once tribus de Israel debían practicar el diezmo, trayéndolo al lugar que Dios hubiera estipulado, y si estaban lejos, debían vender el producto y comprar en el lugar del sacrificio los materiales para poder ofrendar, atendiendo también a las necesidades de los levitas, los cuales cuidaban el templo y no tenían cosecha.
Siglos más tarde, en Jerusalén, la venta de animales había invadido el templo, y parecía más bien un mercado cualquiera que el lugar de culto que Dios había reservado. Los mercaderes se aprovechaban de que los viajeros tenían que cambiar moneda, que tenían que comprar el producto ahí, y estaban abusando de las personas sinceras que venían a ofrecer a Dios de lo que Dios les había provisto.
¿Cómo es posible que una actividad diseñada para mostrar confianza y apreciación hacia Dios había sido manipulada de tal modo que le trae a Cristo indignación?
Jesús dice: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.” Mateo 21:13
Esta era una fuerte acusación a aquellos que debían guardar el templo, manteniéndolo como casa de oración. Habían descuidado la esencia de la adoración a Dios, convirtiendo las actividades de dedicación a Dios en actividades lucrativas. ¡Que Dios nos guarde de hacer lo mismo!
Me gustaría acabar reflexionando sobre la práctica de agradecer a Dios por todo lo que nos da, y la necesidad de usarlo sabiamente y para traer bendición a otros en tanto que sea posible. Aparte del diezmo que el pueblo debía traer anualmente, Dios pidió que cada tres años se trajera otro 10% para los levitas y para ayudar a aquellos que estaban pasando necesidad. Dice así el texto: “Al fin de cada tres años sacarás todo el diezmo de tus productos de aquel año, y lo guardarás en tus ciudades. Y vendrá el levita, que no tiene parte ni heredad contigo, y el extranjero, el huérfano y la viuda que hubiere en tus poblaciones, y comerán y serán saciados; para que Jehová tu Dios te bendiga en toda obra que tus manos hicieren.”
Esto era una práctica que aseguraba que los extranjeros que eran nuevos al lugar y todavía no tenían cosecha pudieran tener un comienzo digno. También se beneficiarían las viudas mayores que no podían trabajar ni se volverían a casar, y los huérfanos que aún no podían trabajar. Esto no era para que nunca tuvieran que trabajar. Más bien era para ayudarlos hasta que ellos mismos pudieran ganar su propio pan. Los levitas que atendían al tabernáculo también eran beneficiarios de estas ofrendas.
Dios ofreció su bendición para aquellos que fielmente siguieran esta práctica. Sin embargo no era un intercambio de favores en el que se le daba a Dios para recibir su bendición. Nunca pienses que Dios quiere tu dinero. Dios no lo necesita. Dice el Señor en el Salmo 50:12 “Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; Porque mío es el mundo y su plenitud.”
Si este principio lo tenemos claro, podemos entender que lo que damos al Señor es tan solo para decirle en humildad y amor: “entiendo que todo lo que tengo te lo debo a ti. Y te doy las gracias por suplir cada necesidad que tengo. Lo que yo pueda ganar, ayúdame a usarlo de forma que te honre, y ayúdame a notar y suplir las necesidades de otros que no tienen en este momento.”
Dios bendice al dador alegre, y condena la avaricia. Administremos nuestros bienes de forma que Dios los pueda usar como Él quiera.
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Author | David y Maribel |
Organization | David y Maribel |
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