Para los deístas, un dios que estuviera interviniendo en los asuntos humanos sería como un ingeniero que diseñó mal su máquina y tiene que estar ajustándola sobre la marcha. Por eso ellos no creían que tuviera sentido la oración de petición, ni que Dios se revelara, ni que hubiera una "Sagrada Escritura", ni que pudiera existir una iglesia.

En realidad, los deístas imaginaban un dios contradictorio en el sentido de que sería "perfecto" pero a la vez sometido al tiempo y solo interviniendo en momentos específicos del tiempo particular del universo.

La fe cristiana, en cambio, predica un Dios que es eterno y que por lo tanto se relaciona con cada instante del tiempo como el centro de una circunferencia con los puntos de la misma circunferencia. Además, Dios es sustento permanente y continuo de cada ser, de modo que no es que "intervenga", como viniendo desde fuera a los seres, sino que desde siempre y en todo está presente, si bien no es responsable total de cada acto de los seres voluntarios.