El arte de engañar: historia de la falsificación del dinero
Mar 13, 2023 ·
9m 54s
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¿Cómo se reconoce un billete falso? ¿Qué características tiene? ¿Qué hay que hacer si nos encontramos uno? La falsificación de dinero es una actividad, ilegal, tan antigua como el propio...
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¿Cómo se reconoce un billete falso? ¿Qué características tiene? ¿Qué hay que hacer si nos encontramos uno? La falsificación de dinero es una actividad, ilegal, tan antigua como el propio dinero. Hay quien denomina esta práctica como "el segundo oficio más antiguo del mundo". A lo largo de la historia, han surgido numerosos estafadores que han tratado de imitar monedas y billetes con todo tipo de materiales y técnicas. Y es un problema que afecta a la economía y a la sociedad.
En realidad, la falsificación de dinero es incluso más antigua que el propio dinero, ya que, en tiempos de los mayas, cuando el cacao era utilizado como una especie de moneda para los intercambios comerciales, se han encontrado fraudes. Lo que hacían era eliminar la almendra de la vaina, y en su lugar la rellenaban con tierra, lodo o cáscara de aguacate.
Tan pronto como se acuñan las primeras monedas, allá por el año 600 a. C., en Grecia, comienza el fraude. Que se extiende, básicamente, hasta que aparecen los billetes, cuya falsificación es mucho más rentable. En el caso de las monedas, el método de falsificación más común era mezclar metales baratos con oro o plata.
Otra práctica habitual era la de disminuir el peso de las monedas, recortando o limando los cantos que quedaban tras la acuñación. A estas monedas se las conocía como monedas cercenadas, porque tenía menos cantidad del metal precioso principal, y por lo tanto, menos valor que la legal. Esta práctica suponía un auténtico problema para la sociedad, por la inflación que generaba.
Otro método más rápido, pero cuyo resultado era mucho más burdo, fue la de hacer copias exactas de las monedas originales, pero usando moldes de arcilla o yeso. Fue muy popular en la época romana, por lo rápido y barato que era, peor también era más fácil de detectar, por las imperfecciones o incluso por el sonido que hacía al caer, que era diferente a los originales.
Por último, también estaba la técnica conocida como el bañado, una falsificación en la que el interior de la moneda se sustituía por un metal base de inferior valor, y luego se recubría con una finísima capa de metal precioso, para imitar las monedas auténticas.
Gobiernos de todo el mundo trataron de hacer lo que estuviera en su mano para frenar estas prácticas fraudulentas. Por un lado, implantando medidas de seguridad, como por ejemplo el cordoncillo que se aplicó a los bordes de algunas monedas, y que luego fue perfeccionándose, para evitar el limado. Pero lo principal eran las sanciones y castigos que aplicaban, como medida disuasoria.
Las condenas eran las máximas, como se puede comprobar a lo largo de la historia. El emperador chino Gaozong, en 1162, promulgó un decreto para castigar la falsificación con la muerte, que también incluía recompensas para los informantes. En Inglaterra, una pareja, Thomas y Anne Rogers, fueron condenados en el siglo XVII por recortar 40 monedas de plata. Él fue ahorcado y descuartizado, y ella quemada viva. Mientras que un informante permitió detener a David Hartley, el último falsificador de monedas inglés, ahorcado en 1770.
En los nacientes Estados Unidos la pena por falsificar monedas también era la muerte. El castigo era tan severo porque se consideraba que la falsificación era una amenaza contra la seguridad del Estado. Menos contundente fue el emperador romano Justiniano con Alejandro, 'el barbero', que cuando fue detenido, en vez de ejecutarlo, lo utilizaron para sacar partido a sus habilidades falsificadoras. En España, la pena de muerte para los delitos relacionados con la falsificación de dinero estuvo vigente hasta 1822, cuando se sustituyó por la cadena perpetua.
La gran revolución en el campo de la falsificación de dinero llega con la aparición del papel moneda. Es en China, donde se inventa este formato de pago, donde también aparecen las primeras falsificaciones. Aquel 'dinero volante', como le llamaban por su escaso peso, ya tenía en el siglo X un sistema de circulación muy bien estructurado. Los billetes se fabricaban con papel moneda que obtenían, entonces, del árbol de la morera. Los bosques estaban rodeados de guardias para controlar que los falsificadores no pudieran acceder fácilmente a este papel, que hacían mucho más sencilla su labor.
A pesar de las medidas disuasorias, y de los graves castigos establecidos, la falsificación nunca se detuvo. Calculan los expertos que, en Estados Unidos, por ejemplo, en la primera mitad de siglo XIX, la mitad de dinero en circulación era falso, a pesar de que muchos billetes venían con la frase "falsificar es la muerte". Se ve que no era suficiente freno para los estafadores. Por aquella época, la prensa empezó a publicar artículos en los que se daban las instrucciones para detectar los billetes falsos.
Pero el fraude era global. Entre el siglo XIX y principios del siglo XX, fueron muchos los países que se enfrentaron a graves casos de falsificación. España, y sus duros sevillanos; Portugal y la crisis de los billetes de 1925; Hungría y los francos para vengar la I Guerra Mundial...
En la misma línea, durante la II Guerra Mundial, Alemania planeó un ataque contra Reino Unido, un proyecto que se conoció como 'Operación Bernhard'. La idea era falsificar 30.000 millones de libras, lanzarlos sobre Inglaterra desde el aire, y provocar así un colapso de su economía. El plan se truncó una vez que los impulsores del plan cayeron en desgracia ante los ojos de los líderes nazis. Pero el dinero falsificado, de una calidad excelente, casi indistinguible de los originales, se utilizó para financiar operaciones de la inteligencia alemana.
En esta guerra entre buenos y malos, uno de los grandes éxitos de los estafadores fue el caso de los superdólares. Se considera que son las mejores falsificaciones de la historia, por su grado de calidad y similitud con los dólares originales. Eran tan perfectos que ni siquiera los servicios secretos eran capaces de establecer si eran auténticos o falsos. Utilizaban la misma tinta de cambio de color, de alta tecnología, y estaban impresos en un papel con la misma composición de fibras que los originales.
Estas imitaciones, que empezaron a circular en 1980, se distribuyeron por todo el mundo, y en los 2000 seguían localizándose. Aún en 2013 entró en circulación un nuevo billete de 100 dólares, con nuevas medidas de seguridad para tratar de frustrar la falsificación.
Existen discrepancias sobre quién estaba detrás de esta operación, pero desde Estados Unidos siempre señalaron a Corea del Norte como responsable de este fraude.
La llegada del euro también supuso un cambio de paradigma en la falsificación, ya que muchos estafadores se especializaron en la nueva moneda. Tanto, que, en la primera década del siglo, en Estados Unidos, detectaron una importante caída de los dólares falsos.
Cada año, el BCE retira cientos de miles de billetes falsos de circulación. Y recuerda los perjuicios que causan estas estafas, que van desde la reducción del valor real del dinero, por sus consecuencias sobre la inflación, al haber más dinero disponible; el descenso en la aceptabilidad del papel moneda, al perderse la confianza en su autenticidad; las pérdidas para empresas y personas que, sin saberlo, tengan en su poder dinero falso, ya que no pueden recuperar su valor ni utilizarlo; y por último, son un método de financiación de actividades ilícitas, como el crimen organizado o el terrorismo.
Luchar contra las falsificaciones es una función clave de las autoridades, para proteger la estabilidad económica.
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En realidad, la falsificación de dinero es incluso más antigua que el propio dinero, ya que, en tiempos de los mayas, cuando el cacao era utilizado como una especie de moneda para los intercambios comerciales, se han encontrado fraudes. Lo que hacían era eliminar la almendra de la vaina, y en su lugar la rellenaban con tierra, lodo o cáscara de aguacate.
Tan pronto como se acuñan las primeras monedas, allá por el año 600 a. C., en Grecia, comienza el fraude. Que se extiende, básicamente, hasta que aparecen los billetes, cuya falsificación es mucho más rentable. En el caso de las monedas, el método de falsificación más común era mezclar metales baratos con oro o plata.
Otra práctica habitual era la de disminuir el peso de las monedas, recortando o limando los cantos que quedaban tras la acuñación. A estas monedas se las conocía como monedas cercenadas, porque tenía menos cantidad del metal precioso principal, y por lo tanto, menos valor que la legal. Esta práctica suponía un auténtico problema para la sociedad, por la inflación que generaba.
Otro método más rápido, pero cuyo resultado era mucho más burdo, fue la de hacer copias exactas de las monedas originales, pero usando moldes de arcilla o yeso. Fue muy popular en la época romana, por lo rápido y barato que era, peor también era más fácil de detectar, por las imperfecciones o incluso por el sonido que hacía al caer, que era diferente a los originales.
Por último, también estaba la técnica conocida como el bañado, una falsificación en la que el interior de la moneda se sustituía por un metal base de inferior valor, y luego se recubría con una finísima capa de metal precioso, para imitar las monedas auténticas.
Gobiernos de todo el mundo trataron de hacer lo que estuviera en su mano para frenar estas prácticas fraudulentas. Por un lado, implantando medidas de seguridad, como por ejemplo el cordoncillo que se aplicó a los bordes de algunas monedas, y que luego fue perfeccionándose, para evitar el limado. Pero lo principal eran las sanciones y castigos que aplicaban, como medida disuasoria.
Las condenas eran las máximas, como se puede comprobar a lo largo de la historia. El emperador chino Gaozong, en 1162, promulgó un decreto para castigar la falsificación con la muerte, que también incluía recompensas para los informantes. En Inglaterra, una pareja, Thomas y Anne Rogers, fueron condenados en el siglo XVII por recortar 40 monedas de plata. Él fue ahorcado y descuartizado, y ella quemada viva. Mientras que un informante permitió detener a David Hartley, el último falsificador de monedas inglés, ahorcado en 1770.
En los nacientes Estados Unidos la pena por falsificar monedas también era la muerte. El castigo era tan severo porque se consideraba que la falsificación era una amenaza contra la seguridad del Estado. Menos contundente fue el emperador romano Justiniano con Alejandro, 'el barbero', que cuando fue detenido, en vez de ejecutarlo, lo utilizaron para sacar partido a sus habilidades falsificadoras. En España, la pena de muerte para los delitos relacionados con la falsificación de dinero estuvo vigente hasta 1822, cuando se sustituyó por la cadena perpetua.
La gran revolución en el campo de la falsificación de dinero llega con la aparición del papel moneda. Es en China, donde se inventa este formato de pago, donde también aparecen las primeras falsificaciones. Aquel 'dinero volante', como le llamaban por su escaso peso, ya tenía en el siglo X un sistema de circulación muy bien estructurado. Los billetes se fabricaban con papel moneda que obtenían, entonces, del árbol de la morera. Los bosques estaban rodeados de guardias para controlar que los falsificadores no pudieran acceder fácilmente a este papel, que hacían mucho más sencilla su labor.
A pesar de las medidas disuasorias, y de los graves castigos establecidos, la falsificación nunca se detuvo. Calculan los expertos que, en Estados Unidos, por ejemplo, en la primera mitad de siglo XIX, la mitad de dinero en circulación era falso, a pesar de que muchos billetes venían con la frase "falsificar es la muerte". Se ve que no era suficiente freno para los estafadores. Por aquella época, la prensa empezó a publicar artículos en los que se daban las instrucciones para detectar los billetes falsos.
Pero el fraude era global. Entre el siglo XIX y principios del siglo XX, fueron muchos los países que se enfrentaron a graves casos de falsificación. España, y sus duros sevillanos; Portugal y la crisis de los billetes de 1925; Hungría y los francos para vengar la I Guerra Mundial...
En la misma línea, durante la II Guerra Mundial, Alemania planeó un ataque contra Reino Unido, un proyecto que se conoció como 'Operación Bernhard'. La idea era falsificar 30.000 millones de libras, lanzarlos sobre Inglaterra desde el aire, y provocar así un colapso de su economía. El plan se truncó una vez que los impulsores del plan cayeron en desgracia ante los ojos de los líderes nazis. Pero el dinero falsificado, de una calidad excelente, casi indistinguible de los originales, se utilizó para financiar operaciones de la inteligencia alemana.
En esta guerra entre buenos y malos, uno de los grandes éxitos de los estafadores fue el caso de los superdólares. Se considera que son las mejores falsificaciones de la historia, por su grado de calidad y similitud con los dólares originales. Eran tan perfectos que ni siquiera los servicios secretos eran capaces de establecer si eran auténticos o falsos. Utilizaban la misma tinta de cambio de color, de alta tecnología, y estaban impresos en un papel con la misma composición de fibras que los originales.
Estas imitaciones, que empezaron a circular en 1980, se distribuyeron por todo el mundo, y en los 2000 seguían localizándose. Aún en 2013 entró en circulación un nuevo billete de 100 dólares, con nuevas medidas de seguridad para tratar de frustrar la falsificación.
Existen discrepancias sobre quién estaba detrás de esta operación, pero desde Estados Unidos siempre señalaron a Corea del Norte como responsable de este fraude.
La llegada del euro también supuso un cambio de paradigma en la falsificación, ya que muchos estafadores se especializaron en la nueva moneda. Tanto, que, en la primera década del siglo, en Estados Unidos, detectaron una importante caída de los dólares falsos.
Cada año, el BCE retira cientos de miles de billetes falsos de circulación. Y recuerda los perjuicios que causan estas estafas, que van desde la reducción del valor real del dinero, por sus consecuencias sobre la inflación, al haber más dinero disponible; el descenso en la aceptabilidad del papel moneda, al perderse la confianza en su autenticidad; las pérdidas para empresas y personas que, sin saberlo, tengan en su poder dinero falso, ya que no pueden recuperar su valor ni utilizarlo; y por último, son un método de financiación de actividades ilícitas, como el crimen organizado o el terrorismo.
Luchar contra las falsificaciones es una función clave de las autoridades, para proteger la estabilidad económica.
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