El campo ante la guerra de Ucrania: busca alternativas sin margen para subir precios
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Desde que empezaron los primeros movimientos del ejército ruso, y los primeros rumores sobre que podrían invadir Ucrania, el campo español lo advirtió: cuidado con las consecuencias que podría tener...
show moreY el ataque llegó, y tras casi dos semanas de guerra los efectos empiezan a notarse. En un momento, además, muy complicado para el campo español, muy preocupado ya por la sequía global y sus consecuencias, y por la subida de los precios de producción. La invasión ha sido la puntilla.
Hay que recordar que España es un país deficitario en cereales, y Ucrania es un abastecedor principal. La balanza agroalimentaria arroja un saldo negativo de más de 800 millones de euros para España, y la mayor parte corresponde a cereales. Por ejemplo, le compra casi el 30% de las importaciones de maíz, que equivalen a unas 2,7 millones de toneladas al año. Mientras que, en el caso del girasol, la dependencia es aún mayor, al rozar el 60% de las importaciones. Una circunstancia que ha provocado que muchos supermercados españoles hayan empezado a restringir la venta de aceite de girasol ante posibles problemas de abastecimiento, y tras comprobar que los clientes empiezan a hacer acopio.
Y eso que aún estamos en una fase inicial de la crisis. Porque, en realidad, el suministro está todavía garantizado. La campaña de cereales en España comienza en julio, por lo que, a estas alturas, la mayoría de operadores ya tienen sus compras hechas. Pero el sector está ante un irremediable callejón sin salida: pase lo que pase a partir de ahora en Ucrania, es decir, por muy pronto que acabe la guerra, que no parece tampoco lo más probable, ya es un mercado muerto y las consecuencias acabarán notándose.
Por un lado, porque la vía de salida para las exportaciones ucranianas (especialmente para los cereales) es la de los puertos del Mar Negro y está totalmente congelada: no hay movimientos de barcos, ni en esos puertos, ni en los alrededores. Y ni siquiera se sabe si esos muelles han sido dañados.
Además, la cadena de suministros está destruida. Con la guerra como prioridad vital, no hay ni trabajadores, ni camiones, ni combustible. Una vez termine el conflicto, costará meses completar esa reconstrucción logística. A lo que hay que sumar que la siembra de maíz del próximo verano se va a ver interrumpida, lo que significará el sacrificio de la campaña.
A todo esto, se le añade que Rusia también está bloqueada como alternativa. Con el recuerdo de la crisis de 2014 presente, y aún no solucionada, el sector teme los efectos de nuevas sanciones, vetos y embargos.
Ante esta situación, con los precios presionando al alza y la rentabilidad amenazada, el campo empieza a buscar alternativas. La primera, mirar a otros países similares, como Rumanía, de la que se estudia su viabilidad para afrontar el abastecimiento necesario.
Por otro lado, exigen al Gobierno español para que presione en Europa y que se permita de forma conjunta la entrada de transgénicos desde Estados Unidos, una potencia en el comercio de maíz, que garantice el suministro al mercado comunitario.
Y si no es suficiente, piden al Ejecutivo de Pedro Sánchez que, aunque sea de forma unilateral, haga todo lo que esté en su mano para que, excepcionalmente, se permita la importación de materias primas desde Argentina o Canadá. Esto, además, que sea antes de que lo hagan otros países y se adelanten.
¿En qué se va a traducir toda esta crisis para los consumidores? Es la gran pregunta que se hace el sector. Las estimaciones previas a la invasión ya apuntaban que la elevada inflación iba a prolongarse, al menos hasta primavera, y que los bolsillos de los consumidores iban a sufrir las consecuencias.
Tras dos años muy duros, y con fuertes subidas de precios, la invasión de Ucrania podría provocar un alza adicional del 10%. ¿Podría repercutirse ese mismo porcentaje en el consumidor? El sector considera que es muy complicado, casi imposible, y que obligará a aumentar la presión en la cadena.
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Author | elEconomista |
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