Una
nueva tragedia ha caído sobre Israel. El odio contra los judíos es algo ancestral. Se les ha perseguido, torturado y asesinado durante siglos. La culminación de ese proceso fue el Holocausto. Es uno de los acontecimientos más terribles de la Historia de la Humanidad. El exterminio sistemático de todo un pueblo. La Alemania gobernada por Hitler, que alcanzó el poder con el voto de millones de alemanes, estableció un proceso destinado a acabar con todos los judíos. El objetivo era asesinar a más de 10 millones, pero solo consiguieron alcanzar la cifra de 6 millones, dos tercios de los que vivían en Europa en 1939. La «Solución Final» fue el asesinato masivo, deliberado y sistemático de judíos dentro del periodo que conocemos como el Holocausto. Hace unos años leí la interesante obra «No solo Hitler» (Crítica) de Robert Gellately. Es cómodo centrar la culpa en uno de los mayores criminales de la Historia, pero también es bueno tener presente que contó con un amplio apoyo social. No lo hizo solo. Mucha gente sabía y otra mucha no quería saber, aunque era evidente lo que estaba sucediendo. Muchos alemanes de origen judío habían luchado en la Primera Guerra Mundial y habían prestado grandes servicios en la economía, la cultura y la política, pero esto no impidió que fueran masacrados. Las leyes de segregación racial de Nuremberg se aprobaron con notable aceptación.
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