Evangelio Del Día Jueves 2 de Marzo | No Quiero Ser Tu Hijo | Hoy en Oración
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Evangelio Diario LITURGIA – 2 MARZO DE 2023 Ciclo A - Año I - Color Morado I Semana del Tiempo de Cuaresma Liturgia de las Horas Tomo II I Semana...
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Ciclo A - Año I - Color Morado
I Semana del Tiempo de Cuaresma
Liturgia de las Horas Tomo II
I Semana del Salterio
Primera Lectura Ester 4, 17n. p-r. aa-bb. gg-hh
Salmo 137
Evangelio Mateo 7, 7-12
“Pedid, buscar, llamar”
REFLEXIÓN DEL EVANGELIO DE HOY (Fray Juan Manuel Martínez Corral O.P.)
¡Bendito seas!
La semana pasada, con la imposición de la ceniza, dábamos comienzo a un tiempo litúrgico nuevo: «La Cuaresma», como espacio que debemos vivir en clave de preparación, purificación, reflexión y conversión espiritual. Este tiempo es una invitación al discipulado de Jesús a buscar espacios de oración, guardar ayuno y penitencia, tal como lo hizo el Maestro de Nazaret en el desierto, antes de su salida a la vida pública. Hoy las lecturas que nos presenta la liturgia nos introducen en la finalidad de la Cuaresma, esa preparación espiritual para estar despiertos y así recibir a Dios en nuestras vidas, «haciendo a los demás lo que nos gustaría que nos hiciesen a nosotros».
La primera lectura nos muestra una actitud concreta en la reina Ester: la dimensión orante, contemplativa de la propia vida, tan importante para no perder el norte de nuestra existencia ante las continuas ofertas que nos llegan a abandonar la esencia de la vida cristiana y los continuos «mordiscos» con los que el mal y las tinieblas se hacen presentes en el escenario personal de nuestra vida.
La reina Ester hace un parón en su vida. Como alguien inteligente hace un análisis realista de la situación en la que está sumida. Que no es nada halagüeña. Ve la pobreza y la debilidad de su vida, sin embargo, no pierde la esperanza y la fe en un Dios que es: «Escudo y fortaleza». Deposita en Dios toda su confianza, abandono total en Él. Así es la «Fe» y así nos sucede a nosotros en pleno siglo XXI, continuamente estamos «bombardeados» por el mal: guerras en todo el mundo, terremotos, frío unido al hambre y a la miseria, corrupción, la pandemia del mal parece que no tiene freno y su vacuna está tardando demasiado en llegar. Desde que el mundo es mundo aparecen escenarios de muerte y tiniebla. En esta actitud de postración está la reina Ester. Una dimensión «orante» ante la batalla de la vida ¡Cuántas luchas internas! Y, parece que no se acaba nunca, qué no salimos del bache… Que no nos da tiempo a coger un poco de aliento para el camino.
En una situación que realmente es difícil, en la que la reina experimenta una situación de debilidad y orfandad. Su vida se encuentra en un callejón sin salida toma la determinación de hacer de Dios su escudo: «Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre; me invocará y lo escucharé. Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré, lo saciaré de largos días y le haré ver mi salvación» (Sal 90,14-15).
Solo desde la dimensión orante de nuestra vida podremos experimentar: «Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa» (Sal 29,3). En esa situación orante, el estar postrados ante Dios, nos lleva a descubrir la voluntad de Dios en nuestra vida. La oración se hace suplica y se pide a Dios no que te quite el problema con la «barita mágica», que te toque la lotería y que extermine a los malhechores, sino que nos de la luz de su Espíritu Santo. Señor, dame en la batalla de la vida: «Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Ciencia, Fortaleza, Piedad y Temor de Dios» para seguir confiando, creyendo, creciendo, madurando, amando.
Todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos
La liturgia en este primer jueves de Cuaresma trata de que profundicemos en el mensaje que nos presenta la Palabra de Dios. El aspecto en el que pone el acento la enseñanza en el día de hoy es en la: «oración». Por tanto, vemos como de alguna manera se conjuga la invitación que nos hace la cuaresma a la oración, con el deseo que Jesús propone al discipulado desde la clave de oración: «Pide, busca, llama».
En el camino de discernimiento y maduración que nos presenta la fe, la oración se muestra como uno de los puntales esenciales de este camino. Nuestra vida está llamada a una continua transformación, a la conversión en el día a día, a la invitación que Jesús nos hace a vivir en clave del mandato nuevo: «Como yo os he amado, amaos también unos a otros» (Jn 13,34). Transformación que nos habla de que hemos sido capaces de interiorizar la vida de Cristo, hacerla nuestra, para captar así, la voluntad de Dios en nuestra vida, que no es otra cosa que la de recibir el amor de Dios y proyectarlo en nuestras relaciones fraternas.
Con esos tres verbos que aparecen en el relato evangélico: «Pedid, buscar, llamar» se nos invita a tener una vida orante fuerte. A que el mensaje del evangelio haya profundizado hasta el interior de nuestro corazón. De esta manera, cumpliremos con nuestro deber de cristianos, con alegría y entrega, porque hemos hecho nuestro el mensaje y buscamos hacer su voluntad, como lo expresa san Pablo: «Es evidente que sois carta de Cristo, redactada por nuestro ministerio, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de corazones de carne» (2 Cor 3,3).
La dimensión orante hace que nuestra vida se convierta en ofrenda, no tanto en una retahíla de peticiones, con lo que deseamos sino en buscar y aceptar la voluntad de Dios en nuestra vida. Saboreando la Palabra de Dios: «Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero» (Sal 118,105) encontramos la luz que necesitamos en nuestra oscuridad. Meditando la Palabra de Dios: «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4,3) nuestra alma se sacia del alimento que necesita en medio de las noches oscuras. De este modo, vinculados desde la dimensión orante a la Palabra de Dios, nos transformamos y comprendemos el mensaje de los profetas y de Jesús de vivir en amor: «Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas» (Is 58,10). Y, de este modo, ya solo buscas vivir en el amor de Dios: «Todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos» (Mt, 7,12).
LECTURA DEL DÍA
Lectura del libro de Ester
Es 4, 17n. p-r. aa-bb. gg-hh
En aquellos días, la reina Ester, ante el mortal peligro que amenazaba a su pueblo, buscó refugio en el Señor y se postró en tierra con sus esclavas, desde la mañana hasta el atardecer. Entonces suplicó al Señor, diciendo:
"Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob, ¡bendito seas! Protégeme, porque estoy sola y no tengo más defensor que tú, Señor, y voy a jugarme la vida.
Señor, yo sé, por los libros que nos dejaron nuestros padres, que tú siempre salvas a los que te son fieles. Ayúdame ahora a mí, porque no tengo a nadie más que a ti, Señor y Dios mío.
Ayúdame, Señor, pues estoy desamparada. Pon en mis labios palabras acertadas cuando esté en presencia del león y haz que yo le agrade, para que su corazón se vuelva en contra de nuestro enemigo, para ruina de éste y de sus cómplices.
Con tu poder, Señor, líbranos de nuestros enemigos. Convierte nuestro llanto en alegría y haz que nuestros sufrimientos nos obtengan la vida".
EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según san Mateo
Mt 7, 7-12
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; toquen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que toca, se le abre.
¿Hay acaso entre ustedes alguno que le dé una piedra a su hijo, si éste le pide pan? Y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Si ustedes, a pesar de ser malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, con cuánta mayor razón el Padre, que está en los cielos, dará cosas buenas a quienes se las pidan.
Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes. En esto se resumen la ley y los profetas".
Oración
Señor, te pido que me concedas la grandeza de fe que nos ha enseñado Ester en este pasaje, para que así pueda, con valentía y confianza, dirigirme a ti en todo momento, aun en la soledad y en el peligro, a sabiendas de que por tu amor siempre recibiré de ti consuelo, compañía y fortaleza.
Acción
Hoy haré una visita al Santísimo y le dedicaré unos momentos al Señor para adorarlo por su infinita grandeza y bondad.
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