Evangelio Del Día Jueves 9 de Junio | Espíritu Divino Luz Del Alma | Hoy en Oración
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Evangelio Diario LITURGIA - 09 DE JUNIO DE 2022 X Semana del Tiempo Ordinario Liturgia de las Horas Tomo I II Semana del Salterio Primera Lectura Hebreos 10, 12-23 Salmo...
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X Semana del Tiempo Ordinario
Liturgia de las Horas Tomo I
II Semana del Salterio
Primera Lectura Hebreos 10, 12-23
Salmo 39
Evangelio Lucas 22, 14-20
“Que el amor que me tenías esté en ellos”
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Las Escrituras hablan del dolor de los pobres y de los oprimidos que Dios conoce y comparte. Pero el hambre y la sed de justicia de la que nos habla el Señor es aún más profunda que la legítima necesidad de justicia humana que todo hombre lleva en su corazón. Y esta es la justicia que viene de Dios (cf. 1 Corintios 1, 30). San Agustín dice: «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti»[1]. Hay una sed interior, un hambre interior, una inquietud… Por eso la Iglesia es enviada a anunciar a todos la Palabra de Dios, impregnada de Espíritu Santo. Porque el Evangelio de Jesucristo es la mayor justicia que se puede ofrecer al corazón de la humanidad, que tiene una necesidad vital de ella, aunque no se dé cuenta. Que el Señor nos dé esta gracia: la de tener esta sed de justicia que es precisamente la gana de encontrarle, de ver a Dios y de hacer el bien de los demás. (Audiencia general, 11 marzo 2020)
Reflexión del Evangelio de hoy (Fr. Antonio Bueno Espinar O.P.)
Constituiste a tu Hijo único sumo y eterno Sacerdote
La oración colecta de este día, jueves siguiente a Pentecostés, nos sitúa ante la figura sacerdotal de Jesucristo. Dos cosas se afirman en ella: “para gloria tuya”, de Dios que lo constituyo. “Salvación del género humano”. Todo lo que Dios realiza fuera de sí mismo, tiene como objetivo la salvación de la humanidad. De todas y cada una de las personas y en esto se manifiesta su gloria. Un Sacerdocio único que supera el sacerdocio de la Antigua Alianza. Bien se encarga el autor de la carta a los Hebreos de resaltarlo. Pues bien, de ese sacerdocio participamos todos los bautizados, cada uno conforme a la vocación recibida. Tanto el sacerdocio común del Pueblo de Dios, como el conferido a los que, por el Sacramento del Orden, se les confía la dispensación de los Misterios Santos, todos participan del Sacerdocio de Cristo.
Aquí estoy, mándame
Isaías nos presenta a Dios que pregunta: “¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros? El profeta se muestra disponible. Aquí estoy, mándame. De muchas maneras habló Dios, antiguamente a nuestros padres. Ahora lo ha hecho por medio de su Hijo. Esta palabra es definitiva. Lo es por lo que comunica y realiza. Ya no hay otra que se pueda pronunciar. Lo es por lo que enseña, propone y sostiene. Y aquí es donde entramos nosotros: somos enseñados por él al tiempo que está junto a nosotros para sostenernos en la misión.
El Señor es mi pastor, nada me falta
Una y otra vez, repetimos esta respuesta en el salmo. No está demás considerarlo como parte de la función sacerdotal que Jesús inaugura. El sacrificio eterno, único, ofrecido por él, donde es al mismo tiempo sacerdote, víctima y altar, recoge lo que ha sido la ofrenda de sí mismo, desde el instante mismo en que responde: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. El pastor bueno da la vida por sus ovejas, hemos escuchado en el contexto pascual. Y en su dedicación pastoral, va dando la vida hasta que, subido en la cruz, su mirada alcanza a todos los dispersos y los reúne. Por descubrirte mejor, cuando balabas perdida, en un árbol entregó su vida. Es la mejor lección y el don definitivo que entrega a cada ser humano.
El amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos
Vivir para la hora establecida por el Padre. No adelantar ni atrasar nada, sino realizarlo todo en plena sintonía con la voluntad del Padre. En días pasados, un lector asiduo de los comentarios que se ofrecen en este medio me decía: es bueno que pongan ejemplos. Me hizo recordar a San Vicente Ferrer que señalaba a un amigo suyo: cuando prediques, pon ejemplos para que los que te escuchan se puedan identificar con alguno de ellos.
Los versículos del capítulo 17 del evangelio de San Juan, nos presentan a Jesús, antes de comenzar su Pasión, elevando una oración en favor de los que tiene a su lado: Te ruego por ellos..., por estos que tú me diste. Con todas sus debilidades, los conoce bien, por eso los tiene presentes en ese momento, porque están expuestos a una dura prueba y la flaqueza humana, precisa de este auxilio. Considero que así ruega por nosotros. Conoce nuestras debilidades y la buena voluntad que tenemos. También nuestros miedos cuando todo se complica. La vida humana es complicada. Somos conscientes de ello. No hace falta señalarlo a cada uno, sino invitar a reconocerse débiles y necesitados de este auxilio que Jesús ofrece y buscarlo.
Nos ha dado su palabra. Una palabra comunicadora de vida, de aliento, rica en enseñanza y poderosa para sostener a quien la recibe. No olvidemos que la promesa del Espíritu, permite a los que le reciben, recordar sus enseñanzas y avanzar en el conocimiento de lo enseñando. Usa tu memoria y tu entendimiento. Recuerda lo que él te ha enseñado y profundiza aplicando tu entendimiento. Verás entonces que tu voluntad renovada por él se adhiere, naturalmente a la verdad conocida.
Esa tarea la tienes que hacer tú. Nadie puede hacerla por ti, porque solamente tú conoces lo íntimo de ti mismo. Recuerda: “Yo les he dado tu palabra”. Y en esa palabra había vida y esa vida es la luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo.
“No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado”.
Aquí estamos presentes nosotros, que hemos creído en el testimonio apostólico. No solamente hemos dicho que sí, sino que hemos sido introducidos en la unidad: ser unos como él y el Padre son uno. Ser perfectamente uno. Cultivar la unidad. Cuando hay tantos motivos y ocasiones de disensión, de desencuentro, de ruptura de la comunión, considerar que no hay mayor bien que la unidad que Jesús quería y que toca hacer posible, desde la comunión con él, a todos los que le siguen con un corazón renovado y una mente abierta.
¿Cómo resuena en mí esta oración de Jesús en la noche de su Pasión?
LECTURA DEL DÍA
Lectura del primer libro de los Reyes
1 Reyes 18, 41-46
En aquellos días, dijo Elías a Ajab: “Vete a comer y a beber, pues ya se oye el ruido de la lluvia”. Ajab se fue a comer y a beber. Elías, mientras tanto, subió a la cumbre del monte Carmelo, se arrodilló y con su cabeza tocó la tierra. Entonces le dijo a su criado: “Ve a divisar el mar”. El criado fue a ver y le dijo: “No se ve nada”. Elías insistió: “Ve otra vez”. El criado volvió siete veces, y a la séptima le dijo: “Una nubecilla, como la palma de la mano, sube del mar”. Entonces Elías le dijo: “Ve a decirle a Ajab que enganche su carro y se vaya, para que no lo detenga la lluvia”. Y en un instante el cielo se oscureció de nubes, empezó a soplar el viento y cayó un fuerte aguacero.
Ajab montó en su carro y se fue a Yezrael, y Elías, por inspiración y con la fuerza del Señor, se ciñó la túnica y fue corriendo delante del carro de Ajab hasta la entrada de Yezrael.
EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según san Mateo
Mt 5, 20-26
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos.
Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal. Pero yo les digo: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante el tribunal supremo, y el que lo desprecie, será llevado al fuego del lugar de castigo.
Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda.
Arréglate pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, el juez al policía y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo”.
Oración
Señor Jesús, tú que has entregado tu vida por nosotros y que has querido perpetuar tu sacrificio en la cruz, a través del sacrificio de la Eucaristía, haz que nosotros participemos siempre con entusiasmo en el banquete en que nos alimentas y con el que nos haces dignos de participar de tu vida divina y del don perpetuo que el Padre nos hace en esta vida como arras de la vida futura.
Acción
Dedicaré un momento de mi oración para unirme al Sacrificio de la Eucaristía y participar así del don de Dios.
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