Evangelio Del Día Sábado 21 de Enero | Loco De Amor Por Ti Y Por Mi | Hoy en Oración
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Evangelio Diario LITURGIA - 21 DE ENERO DE 2023 Ciclo A - Año I - Color Verde II Semana del Tiempo Ordinario Liturgia de las Horas Tomo I II Semana...
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Ciclo A - Año I - Color Verde
II Semana del Tiempo Ordinario
Liturgia de las Horas Tomo I
II Semana del Salterio
Primera Lectura Hebreos 9, 2-3. 6-7. 11-14
Salmo 46
Evangelio Marcos 3, 20-21
“Cristo ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes definitivos”
PALABRAS DEL SANTO PADRE
El Evangelio de hoy también nos habla de otro malentendido, muy diferente, con Jesús: el de sus familiares, quienes estaban preocupados porque su nueva vida itinerante les parecía una locura. (cf. v 21). De hecho, Él se mostraba tan disponible para la gente, sobre todo para los enfermos y pecadores, que ya ni siquiera tenía tiempo para comer. Estaba para la gente. No tenía tiempo ni siquiera para comer. Jesús era así: primero la gente, servir a la gente, ayudar a la gente, enseñar a la gente, curar a la gente. No tenía tiempo ni siquiera para comer (…) Jesús ha formado una nueva familia, que ya no se basa en vínculos naturales, sino en la fe en Él, en su amor que nos acoge y nos une entre nosotros, en el Espíritu Santo. Todos aquellos que acogen la palabra de Jesús son hijos de Dios y hermanos entre ellos. Acoger la palabra de Jesús nos hace hermanos entre nosotros y nos hace ser la familia de Jesús. (Ángelus del 10 de junio de 2018)
REFLEXIÓN DEL EVANGELIO DE HOY (Fray Emilio García Álvarez O.P.)
Participar del sacerdocio de Cristo
En un pueblo tan religioso como el antiguo Israel, la mediación cultual entre Dios y su pueblo era una realidad constantemente evocada, y se concretaba básicamente en el sacerdocio, cuya función principal era ofrecer sacrificios de diverso tipo por el pueblo. Primero sus protagonistas fueron los patriarcas, los jueces o los reyes. Más tarde, la tribu de Leví, a la que pertenecían la mayor parte de los sacerdotes y sus auxiliares. Y era el templo, el santuario, el lugar donde preferentemente ejercían su ministerio.
En la liturgia de hoy se habla de una nueva forma de sacerdocio, el de Cristo, “sumo sacerdote de los bienes definitivos”, como lo califica la carta a los Hebreos. Un sacerdocio que ya no necesita ofrecer sacrificios de animales ni hacerlo en un santuario material, ni pretende una expiación simplemente ritual de los pecados. Este sacerdocio nuevo consiste en la entrega de la misma vida de Cristo, una vez para siempre, por amor al Padre y a la humanidad. Ha derramado su sangre por nosotros, borrando nuestros pecados, “consiguiendo la liberación eterna”, purificando nuestra conciencia y “llevándonos al culto del Dios vivo”, es decir, a una relación filial con nuestro Padre del cielo.
Por nuestro bautismo participamos de ese sacerdocio único de Cristo, somos también intermediarios entre Dios y el mundo en que vivimos. Y lo somos fundamentalmente por la entrega de nuestra vida a Dios y a los demás; el culto, la liturgia son momentos muy significativos de nuestra relación con la trascendencia, pero lo que le da sentido pleno a esa liturgia es la ofrenda permanente de nuestra vida en las tareas de cada día.
¿Somos conscientes de nuestra misión sacerdotal en un mundo secularizado como el nuestro? ¿Le ayudamos a descubrir y aceptar el misterio de Dios?
Adoptar los criterios desconcertantes de Jesús
El brevísimo evangelio de hoy, tomado de san Marcos, nos habla de dos cosas que contrastan fuertemente en la vida de Jesús. Por una parte, la multitud que lo busca hasta seguirlo a su propia casa (quizá la casa de su familia). Por otra, la incomprensión de su familia, que piensa que ha perdido la cabeza y quiere retirarlo del trato con la gente.
El atractivo de Jesús para las multitudes es una constante en el Evangelio. Su palabra encandila, tiene una autoridad inusitada, convence, estimula, consuela. Una palabra que se prolonga en signos benéficos: cura, perdona, devuelve la vida, reintegra en la comunidad a los marginados, denuncia abusos en los dirigentes.
Su familia, en cambio, no comprende todas esas “novedades”, le parecen exageraciones, estridencias, audacias temerarias. Y quizá temen que esa actividad inusual les salpique y pueda complicarles la vida ante las autoridades o los grupos más influyentes de la sociedad. Los familiares, como ocurre muchas veces, carecen de sentido para percibir las exigencias de Dios, que son las que guían la conducta de Jesús.
A la luz de estos hechos, podríamos ver en este comportamiento de los parientes de Jesús un aviso para prevenir contra la pretensión de juzgar las cosas de Dios desde criterios puramente humanos. Jesús se remite siempre a “la voluntad del que le ha enviado”, ése es su alimento permanente, a eso se atiene aunque muchos no lo entiendan. ¿Hasta qué punto esa referencia al querer de Dios es determinante para nosotros? ¿Estamos dispuestos a ir contra corriente cuando estamos persuadidos de que Dios así nos lo pide?
LECTURA DEL DÍA
Lectura de la carta a los Hebreos
Heb 9, 2-3, 11-14
Hermanos: En la antigua alianza, el santuario estaba dispuesto de tal manera, que en una primera tienda, llamada el “lugar santo”, se hallaban el candelabro y la mesa con los panes sagrados; separada por un velo, había una segunda tienda, llamada el “lugar santísimo”.
Al “lugar santo” entraban los sacerdotes todos los días para celebrar el culto; pero al “lugar santísimo” entraba una vez al año el sumo sacerdote, él solo, llevando consigo sangre de animales para ofrecerla en expiación por sus propios pecados y por los del pueblo.
Ahora bien, cuando Cristo se presentó como sumo sacerdote que nos obtiene los bienes definitivos, penetró una sola vez y para siempre en el “lugar santísimo”, a través de una tienda, que no estaba hecha por mano de hombre, ni pertenecía a esta creación. No llevó consigo sangre de animales, sino su propia sangre, con la cual nos obtuvo una redención eterna.
Porque si la sangre de los machos cabríos y de los becerros y las cenizas de una ternera, cuando se esparcían sobre los impuros, eran capaces de conferir a los israelitas una pureza legal, meramente exterior, ¡cuánto más la sangre de Cristo purificará nuestra conciencia de todo pecado, a fin de que demos culto al Dios vivo, ya que a impulsos del Espíritu Santo, se ofreció a sí mismo como sacrificio inmaculado a Dios, y así podrá purificar nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, para servir al Dios vivo!
EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según san Marcos
Mc 3, 20-21
En aquel tiempo, Jesús entró en una casa con sus discípulos y acudió tanta gente, que no los dejaban ni comer. Al enterarse sus parientes, fueron a buscarlo, pues decían que se había vuelto loco.
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