Evangelio Del Día Viernes 10 de Febrero | Jesús Cura Nuestra Sordera | Hoy en Oración
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Evangelio Diario LITURGIA - 10 DE FEBRERO DE 2023 Ciclo A - Año I - Color Verde V Semana del Tiempo Ordinario Liturgia de las Horas Tomo III I Semana...
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Ciclo A - Año I - Color Verde
V Semana del Tiempo Ordinario
Liturgia de las Horas Tomo III
I Semana del Salterio
Primera Lectura Génesis 3, 1-8
Salmo 31
Evangelio Marcos 7, 31-37
“Effetá (esto es “Ábrete”)”
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Jesús nos ha desvelado el secreto de un milagro que podemos repetir también nosotros, convirtiéndonos en protagonistas del «Effatá», de esa palabra «Ábrete» con la cual Él dio de nuevo la palabra y el oído al sordomudo. Se trata de abrirnos a las necesidades de nuestros hermanos que sufren y necesitan ayuda, escapando del egoísmo y la cerrazón del corazón. Es precisamente el corazón, es decir el núcleo profundo de la persona, lo que Jesús ha venido a «abrir», a liberar, para hacernos capaces de vivir plenamente la relación con Dios y con los demás. Él se hizo hombre para que el hombre, que se ha vuelto interiormente sordo y mudo por el pecado, pueda escuchar la voz de Dios, la voz del Amor que habla a su corazón, y así aprenda a hablar a su vez el lenguaje del amor, traduciéndolo en gestos de generosidad y de donación de sí. (Angelus, 9 septiembre 2018)
REFLEXIÓN DEL EVANGELIO DE HOY (D. José Vicente Vila Castellar, OP.)
Se escondieron de la vista del Señor, entre los árboles del jardín
En este fragmento del libro del Génesis, vemos como Dios, tras la creación del mundo, coloca a su obra más querida, es decir al hombre y su mujer, en medio del jardín del Edén para que disfruten de todo lo que el Señor había puesto a su alcance, únicamente les había indicado que no comieran del árbol situado en el centro del jardín.
La lectura nos presenta a la serpiente como animal astuto, que es capaz de embaucar a la mujer y hacerle dudar de las indicaciones que había recibido por parte de Dios; al mismo tiempo el deseo de ser como dioses hace que la mujer, que ve en el fruto prohibido algo muy apetecible, sucumba a la tentación y coma, lo mismo que su marido.
Siempre la tentación se nos presenta bien como algo agradable, o con un halo de misterio que nos invita a hacer aquello, que en realidad no deberíamos.
Dice la lectura que tras comer del fruto prohibido, se les abrieron los ojos y se dieron cuenta que estaban desnudos y, avergonzados, al ver que el Señor deambulaba por el jardín a la hora de la brisa, se escondieron intentando ocultar su desnudez.
¡Qué fácil resulta sucumbir a la tentación! Y, al mismo tiempo, ¡qué difícil resulta reconocer nuestra falta!
El egoísmo que nos azuza el deseo de ser más, situarnos por encima de los demás, o como poco, hacernos similares a los que están por encima de nosotros nos hace cometer acciones que no deberíamos.
El afán de superación siempre es bueno en el hombre, pero no si el superarnos es a costa de ningunear a los demás, o lo que es peor, a costa de dañarles bien en sus bienes o en su honra.
No nos dejemos arrastrar por la envidia y no queramos alcanzar lo que otros tienen, sin importarnos los medios a los que tengamos que recurrir.
Siempre habrá algo o alguien que sabrá encontrar la forma que nos haga envidiar al otro e intentar superarlo, aunque tuviéramos que, incluso, dañarlo.
Como nos dice el salmo 31: “Confesaré al Señor mi culpa” y Tú perdonaste mi culpa y mi pecado.
Hoy la Iglesia celebra a Santa Escolástica, hermana de San Benito, que llevó una vida monacal, como su hermano, y supo apartarse de las tentaciones que el mundo le ofrecía y ofrendar su vida a Dios.
Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos
Este fragmento del evangelio de Marcos nos presenta a Jesús que, recorriendo territorio pagano, camino del mar de Galilea, le presentan a un hombre sordo y que apenas podía hablar, y le piden que le imponga las manos.
Jesús lo aparta de la gente, como dándole al acto un carácter más íntimo y personal, evitando convertirlo en algo extraordinario a la vista de los que le seguían, entonces toca los oídos y la lengua de este hombre y mirando al cielo exclamó EFFETÁ, que significa ÁBRETE, y el sordo comenzó a oír perfectamente y a hablar sin ninguna traba.
Jesús quiere quitar todo aspecto de espectacularidad a este acto de misericordia, y lo hace de forma íntima entre el atormentado por la sordomudez y Él. Lo único es que cuando sus seguidores son conscientes de lo que había ocurrido lo pregonan a los cuatro vientos, sin hacer caso de la advertencia del Maestro para que no lo hicieran.
Con esta curación persigue que, al que era incapaz de oír, oiga la Buena Noticia, y pueda proyectarla sobre los que tiene alrededor.
Cristo quiere que no solamente oigamos su mensaje, sino que escuchemos, interioricemos y asumamos sus palabras y que una vez hechas nuestras, actuemos como una correa de transmisión y demos a conocer a quienes nos rodean el maravilloso mensaje de Jesús, mensaje de vida y libertad, y, sobre todo, mensaje de amor.
El hecho de que la curación la realice en territorio pagano le da un carácter más universal aún a la Buena Noticia, favoreciendo que pueda llegar a aquellos que no crean.
¿En lo profundo de nuestro ser, querríamos ser como dioses?
¿Nos dejamos seducir y pisoteamos a aquellos que están a nuestro alrededor?
¿Queremos realmente tener nuestros oídos bien abiertos para asumir el mensaje que Jesús nos envía?
LECTURA DEL DÍA
Lectura del Génesis
Gn 3, 1-8
De todos los animales salvajes creados por el Señor Dios, la serpiente era el más astuto. Un día le dijo a la mujer: "¿Es cierto que Dios les ha prohibido comer de todos los árboles del jardín?" La mujer respondió a la serpiente: "No. Sí podemos comer los frutos de los árboles del jardín, pero de los frutos del árbol que está en el centro, Dios nos ha prohibido comer y nos ha dicho que no lo toquemos, porque, de lo contrario, moriremos".
La serpiente le dijo a la mujer: "Eso de que ustedes van a morir no es cierto. Al contrario, Dios sabe muy bien que, si comen eso frutos, se les abrirán los ojos y serán como dioses, pues conocerán el bien y el mal".
Entonces los frutos de aquel árbol le parecieron a la mujer apetitosos, de hermoso aspecto y excelentes para adquirir sabiduría. Tomó de los frutos y comió; y después le dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió. Al momento se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entrelazaron unas hojas de higuera y se cubrieron con ellas.
Oyeron luego los pasos del Señor Dios, que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y se ocultaron de su vista entre los árboles del jardín.
EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según san Marcos
Mc 7, 31-37
En aquel tiempo, salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: "¡Effetá!" (que quiere decir "¡Ábrete!"). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.
Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: "¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos".
Oración
Señor, perdóname porque tantas veces, al oír tus pasos en el jardín de mi corazón, he intentado ocultarme de tu vista. Perdóname por mis pecados que son producto de oír otras voces en vez de la tuya, y perdona mi falta de honestidad al no reconocer delante tuyo mis fallas. Pero, Señor, apelo a tu misericordia y al gran amor que me tienes, para pedirte que me limpies y que me enseñes a guardarme del mal para no caer nuevamente.
Acción
Hoy haré un examen de conciencia profundo, pediré perdón a Dios en oración y, a la brevedad, me confesaré sacramentalmente.
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