Las guerras son muy impopulares en las sociedades avanzadas. Es más cómodo «subcontratar», como sucede actualmente en la Guerra de Ucrania, entregando armas y dinero como está haciendo Estados Unidos y los aliados. No quieren involucrarse directamente en un conflicto bélico, porque la escalada podría conducir a otra guerra mundial. Tras la humillante derrota en Afganistán, es evidente que Washington no se puede permitir otro fracaso y prefiere financiar la guerra, aunque cuenta con la inestimable ayuda de la Unión Europea. Por su parte, Putin, que es un autócrata al más puro estilo oriental, ha completado la fuerza de invasión con la utilización de las tropas mercenarias del grupo Wagner, propiedad del brutal Yevgeny Prigozhin. Es un caso curioso, porque se trata de un criminal sin escrúpulos. Un oligarca sin experiencia militar previa antes de montar una empresa para prestar servicios de seguridad en aquellos asuntos en los que el ejército ruso no podía actuar. Por regla general, este tipo de empresas son formadas por exmilitares. Se han hecho tristemente famosas en muchos conflictos a lo largo del siglo XX y cometieron todo tipo de atrocidades en los procesos de descolonización. Es fácil recordar películas, series y novelas donde aparecen este tipo de personajes, aunque algunos son mostrados, sorprendentemente, con un perfil positivo.
Está acreditado que las fuerzas del grupo Wagner son una auténtica escoria reclutada, en gran parte, en las cárceles rusas.
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