La Niña Coraleta, con su podenco guapa a su lado, disfrutaba de un tranquilo paseo por las calles de Valencia. El día era soleado y decidieron dar un paseo cerca del Museo Fallero, donde se encontraban numerosas figuras y esculturas relacionadas con las tradicionales fallas valencianas. Aunque la Niña se sentía feliz y relajada, tenía una fobia muy particular: le tenía un miedo irracional a las serpientes. Cada vez que veía una, su corazón se aceleraba y sentía un escalofrío recorrer su espalda. La podenco, que era muy inteligente y perceptiva, notaba la tensión de su dueña y la miraba con curiosidad, como si supiera que algo no andaba bien. Mientras caminaban frente al museo, la Niña notó una estatua de una serpiente en uno de los monumentos falleros. La estatua era grande y detallada, parecía casi real. La fobia de la Niña se intensificó de inmediato, y su imaginación comenzó a jugarle malas pasadas. Empezó a ver a la estatua como una serpiente viva, moviéndose sigilosamente y lista para atacarla. La podenco, observando la reacción de su dueña, inclinó la cabeza y la miró con una expresión extrañada. Parecía decirle: "¿Por qué te asustas de algo que claramente no es real?". La inteligente podenco, consciente de la fobia de la Niña, intentó tranquilizarla acercándose y lamiendo su mano, como si quisiera decirle que todo estaba bien. La Niña, con lágrimas en los ojos, se dio cuenta de que su miedo era irracional y que la estatua no representaba ningún peligro real. Agradecida por el gesto reconfortante de su leal podenco, respiró profundamente y decidió enfrentar su fobia de una vez por todas. Con la podenco a su lado, la Niña se acercó lentamente a la estatua de la serpiente. Con cada paso que daba, sentía cómo su miedo se desvanecía poco a poco. Finalmente, llegó hasta la estatua y la tocó con cautela. Al darse cuenta de que era solo una escultura inanimada, se sintió aliviada y liberada de su fobia. A partir de ese día, la Niña Coraleta aprendió a controlar su miedo a las serpientes. La podenco guapa se convirtió en su fiel compañera, siempre lista para apoyarla y recordarle que no hay razón para temer a algo que no representa una amenaza real. Y así, juntas, continuaron paseando por las calles de Valencia, disfrutando de la compañía mutua y superando los miedos que antes las limitaban.J pardal
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