13. Pinocho
Feb 26, 2020 ·
8m
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Description
Érase una vez un humilde carpintero llamado Geppetto que vivía muy solo y sin hijos. Esta soledad le apenaba tanto que Geppetto planeó construirse un muñeco de madera, al cual...
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Érase una vez un humilde carpintero llamado Geppetto que vivía muy solo y sin hijos. Esta soledad le apenaba tanto que Geppetto planeó construirse un muñeco de madera, al cual daría forma con mucho cariño, como lo hacía con cada trozo de madera que debía trabajar.
–Lo llamaré Pinocho –se dijo el carpintero a sí mismo, sonriente, muy contento con su proyecto.
Y así fue como poco a poco, Geppetto le fue dando forma a la madera. Primero las piernas, después los brazos… Hasta estar completamente terminado.
El muñeco se veía precioso; casi parecía un niño con aquellos ojos pintados tan brillantes.
Sin embargo, el pobre Geppetto pronto se dio cuenta de que con aquel muñeco no iba a aliviar su soledad.
–Ojalá tuviera vida… –se dijo con los ojos llenos de lágrimas.
Al caer la noche, mientras Geppetto descansaba de su jornada, el Hada de los deseos se apareció en la casa del carpintero frente al muñeco. El hada, que había escuchado las súplicas del carpintero, decidió concederle su deseo en recompensa a su esfuerzo y bondad. Y con un toque de magia… de pronto, Pinocho fue moviendo cada una de las partes de su pequeño cuerpo. Sin embargo, permanecía de madera.
¡Geppetto no podía creer lo que vio al amanecer!
–¡Hola, papá! –exclamó Pinocho.
–Pero… ¿eres tú, Pinocho, y no estoy soñando? –contestó Geppetto algo aturdido de la alegría.
A partir de entonces, Geppetto se convirtió en el hombre más feliz de la tierra. Tenía un hijo al fin y ya no estaba solo. Y poco a poco fue enseñándole cada una de las cosas que Pinocho necesitaba para sobrevivir.
Le enseñó a hablar y a caminar correctamente, y hasta empeñó parte de sus pertenencias para poder comprarle libros con los que ir a la escuela.
¡Qué contento y agradecido estaba Pinocho! Pero a pesar de todo, el pequeño seguía sin ser un niño de carne y hueso como los demás, y para serlo, el hada le hizo ser un niño muy bueno, y le regaló un pequeño grillito llamado Pepito Grillo, para acompañarle en su camino.
Mientras se dirigía a la escuela, Pinocho se imaginaba aprendiendo miles de cosas y haciéndose muy, muy listo, para poder ganar dinero cuando se hiciera mayor y así poder comprarle a su padre todas las cosas que había vendido para pagar sus libros.
Pero en el camino, Pinocho se encontró con un lobo malvado que a cambio de algunas monedas y mucha diversión, consiguió conducir a Pinocho hasta el teatro de títeres de la ciudad, desoyendo a Pepito Grillo que le advertía una y otra vez de su error.
–¡Vengan, señores, al teatro de títeres! –vociferaban desde la plaza del pueblo.
Pronto Pinocho se unió a la fiesta y se puso a bailar frente aquel teatro lleno de marionetas, como uno más.
Aquel niño de madera era tan inocente aún, que no sabía distinguir el bien del mal, acostumbrado como estaba a las bondades de su padre. Y Pinocho fue engañado de este modo por el titiritero más famoso de la ciudad.
Aquel hombre, egoísta y muy cruel, había observado pacientemente al extraño hijo del carpintero, y pensó que podría hacerse rico llevando a su teatro al primer muñeco de madera con vida.
Rápidamente encerró al pobre Pinocho bajo llave en una jaula de hierro y el pobre Pinocho lloró y lloró junto a Pepito Grillo arrepentido de su acción.
Aquel llanto conmovió al Hada de los deseos, que se presentó junto a la jaula de hierro preguntando a Pinocho cómo había llegado hasta allí:
–¡Me atraparon unos malvados de camino de la escuela y me encerraron en esta jaula! –exclamó Pinocho.
Y el Hada de los deseos, sabedora de la realidad, hizo crecer la nariz de Pinocho en castigo por no decir la verdad.
Sin embargo, decidió darle otra oportunidad y deshizo con su magia todos los barrotes de la jaula de hierro que le encerraban.
Una vez libre, Pinocho volvió a olvidar los consejos del hada y de su amigo Pepito Grillo, y de nuevo, se dejó tentar por unos niños que hablaban, a su paso, de la llamada Isla de los jugue
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–Lo llamaré Pinocho –se dijo el carpintero a sí mismo, sonriente, muy contento con su proyecto.
Y así fue como poco a poco, Geppetto le fue dando forma a la madera. Primero las piernas, después los brazos… Hasta estar completamente terminado.
El muñeco se veía precioso; casi parecía un niño con aquellos ojos pintados tan brillantes.
Sin embargo, el pobre Geppetto pronto se dio cuenta de que con aquel muñeco no iba a aliviar su soledad.
–Ojalá tuviera vida… –se dijo con los ojos llenos de lágrimas.
Al caer la noche, mientras Geppetto descansaba de su jornada, el Hada de los deseos se apareció en la casa del carpintero frente al muñeco. El hada, que había escuchado las súplicas del carpintero, decidió concederle su deseo en recompensa a su esfuerzo y bondad. Y con un toque de magia… de pronto, Pinocho fue moviendo cada una de las partes de su pequeño cuerpo. Sin embargo, permanecía de madera.
¡Geppetto no podía creer lo que vio al amanecer!
–¡Hola, papá! –exclamó Pinocho.
–Pero… ¿eres tú, Pinocho, y no estoy soñando? –contestó Geppetto algo aturdido de la alegría.
A partir de entonces, Geppetto se convirtió en el hombre más feliz de la tierra. Tenía un hijo al fin y ya no estaba solo. Y poco a poco fue enseñándole cada una de las cosas que Pinocho necesitaba para sobrevivir.
Le enseñó a hablar y a caminar correctamente, y hasta empeñó parte de sus pertenencias para poder comprarle libros con los que ir a la escuela.
¡Qué contento y agradecido estaba Pinocho! Pero a pesar de todo, el pequeño seguía sin ser un niño de carne y hueso como los demás, y para serlo, el hada le hizo ser un niño muy bueno, y le regaló un pequeño grillito llamado Pepito Grillo, para acompañarle en su camino.
Mientras se dirigía a la escuela, Pinocho se imaginaba aprendiendo miles de cosas y haciéndose muy, muy listo, para poder ganar dinero cuando se hiciera mayor y así poder comprarle a su padre todas las cosas que había vendido para pagar sus libros.
Pero en el camino, Pinocho se encontró con un lobo malvado que a cambio de algunas monedas y mucha diversión, consiguió conducir a Pinocho hasta el teatro de títeres de la ciudad, desoyendo a Pepito Grillo que le advertía una y otra vez de su error.
–¡Vengan, señores, al teatro de títeres! –vociferaban desde la plaza del pueblo.
Pronto Pinocho se unió a la fiesta y se puso a bailar frente aquel teatro lleno de marionetas, como uno más.
Aquel niño de madera era tan inocente aún, que no sabía distinguir el bien del mal, acostumbrado como estaba a las bondades de su padre. Y Pinocho fue engañado de este modo por el titiritero más famoso de la ciudad.
Aquel hombre, egoísta y muy cruel, había observado pacientemente al extraño hijo del carpintero, y pensó que podría hacerse rico llevando a su teatro al primer muñeco de madera con vida.
Rápidamente encerró al pobre Pinocho bajo llave en una jaula de hierro y el pobre Pinocho lloró y lloró junto a Pepito Grillo arrepentido de su acción.
Aquel llanto conmovió al Hada de los deseos, que se presentó junto a la jaula de hierro preguntando a Pinocho cómo había llegado hasta allí:
–¡Me atraparon unos malvados de camino de la escuela y me encerraron en esta jaula! –exclamó Pinocho.
Y el Hada de los deseos, sabedora de la realidad, hizo crecer la nariz de Pinocho en castigo por no decir la verdad.
Sin embargo, decidió darle otra oportunidad y deshizo con su magia todos los barrotes de la jaula de hierro que le encerraban.
Una vez libre, Pinocho volvió a olvidar los consejos del hada y de su amigo Pepito Grillo, y de nuevo, se dejó tentar por unos niños que hablaban, a su paso, de la llamada Isla de los jugue
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Author | José David |
Organization | José David |
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