Corintios-099 Imítame
May 31, 2024 ·
6m 20s
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Description
Podríamos decir que esta es una invitación atrevida. Cuando le decimos a otro que nos imite, se supone que nuestra conducta es no sólo aceptable, sino admirable. Cuando estás aprendiendo...
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Podríamos decir que esta es una invitación atrevida. Cuando le decimos a otro que nos imite, se supone que nuestra conducta es no sólo aceptable, sino admirable. Cuando estás aprendiendo un idioma, intentas imitar a alguien que tenga buen dominio del idioma. Si estás aprendiendo un deporte, quieres imitar a uno que lo juegue bien.
Pablo dice en el capítulo 4:16 “os ruego que me imitéis” y en el 11:1 “Sed imitadores de mí, como yo de Cristo.” Él era una persona fiable para imitar, porque él mismo imitaba al Maestro. Cuando nosotros imitamos a Dios, otros pueden imitarnos con confianza.
Pablo repite este imperativo en otras cartas. Lo dice a los Tesalonicenses, a los Filipenses, y a los Efesios directamente les pide que imiten a Dios.
Cualquiera de nosotras que vivamos imitando a Dios podríamos decir a otros al igual que Pablo que nos imiten a nosotros.
¿Alguna vez has estado perdida en una ciudad, y bajando la ventanilla has pedido dirección al coche de al lado. La forma más segura de llegar es cuando esta persona sabe adónde vas y te dice: “Sígueme.” Del mismo modo, si nosotras sabemos lo que Dios desea y lo estamos haciendo, los que nos sigan llegarán a buen fin con nosotros.
¿Qué debían imitar? Para verlo debemos leer el final del capítulo 10: “yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos.”
Con esto no quería decir que intentaba agradar a todo el mundo, una meta imposible de alcanzar, y no lo que Dios pide de nosotros. Más bien les estaba diciendo que debían glorificar a Dios con sus vidas, intentando no ser de tropiezo a nadie,
Pablo, en el capítulo 10 les había advertido contra la idolatría. Curiosamente, el ejemplo que da al pueblo puede sorprendernos, porque no les recrimina aquí que adoraran a otros dioses, lo cual el Señor condena, sino que les acusa de rendir culto a uno mismo. Dice el versículo 7: “Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar.” Uno pensaría, “¿Qué hay de malo en ello? No hay nada de malo en el mero hecho de comer o beber, o jugar, pero el texto denunciaba que algunos vivían para sí mismos, posicionándose ellos como el centro de su universo, y dándose culto a ellos mismos. En lugar de vivir para agradar a Dios, vivían para agradarse a sí mismos.
Pablo mostraba con su vida algo muy distinto, procurando el bien de otros y deseando para ellos la salvación del alma.
Así debemos vivir, conscientes de que aún deseando hacer lo correcto, lo natural para nosotros es la idolatría, y fácilmente nos quejamos y tentamos a Dios con nuestro egoísmo.
“Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.” Así anima el apóstol a estar alerta si no queremos caer. Mas lo bonito es que las situaciones que se nos presentan las podemos enfrentar con éxito si seguimos el ejemplo de Cristo, el supremo maestro. Este nos dice: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.”
Hasta Jesús fue tentado, y resistió haciendo buen uso de la Palabra de Dios. La salida siempre está ahí, a nuestro alcance. Sólo tenemos que tomarla, confiando en el que nos la ha dado. Pablo resistía la tentación de mirar por su propio bienestar porque valoraba más la salvación de almas, y Dios le permitió mantenerse fiel al evangelio para su bien y el nuestro.
Fiel es Dios, que no nos dejará solos en la tentación. Si le seguimos, no nos perderemos; llegaremos a nuestro destino; si le imitamos, seremos más y más como Él es.
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Pablo dice en el capítulo 4:16 “os ruego que me imitéis” y en el 11:1 “Sed imitadores de mí, como yo de Cristo.” Él era una persona fiable para imitar, porque él mismo imitaba al Maestro. Cuando nosotros imitamos a Dios, otros pueden imitarnos con confianza.
Pablo repite este imperativo en otras cartas. Lo dice a los Tesalonicenses, a los Filipenses, y a los Efesios directamente les pide que imiten a Dios.
Cualquiera de nosotras que vivamos imitando a Dios podríamos decir a otros al igual que Pablo que nos imiten a nosotros.
¿Alguna vez has estado perdida en una ciudad, y bajando la ventanilla has pedido dirección al coche de al lado. La forma más segura de llegar es cuando esta persona sabe adónde vas y te dice: “Sígueme.” Del mismo modo, si nosotras sabemos lo que Dios desea y lo estamos haciendo, los que nos sigan llegarán a buen fin con nosotros.
¿Qué debían imitar? Para verlo debemos leer el final del capítulo 10: “yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos.”
Con esto no quería decir que intentaba agradar a todo el mundo, una meta imposible de alcanzar, y no lo que Dios pide de nosotros. Más bien les estaba diciendo que debían glorificar a Dios con sus vidas, intentando no ser de tropiezo a nadie,
Pablo, en el capítulo 10 les había advertido contra la idolatría. Curiosamente, el ejemplo que da al pueblo puede sorprendernos, porque no les recrimina aquí que adoraran a otros dioses, lo cual el Señor condena, sino que les acusa de rendir culto a uno mismo. Dice el versículo 7: “Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar.” Uno pensaría, “¿Qué hay de malo en ello? No hay nada de malo en el mero hecho de comer o beber, o jugar, pero el texto denunciaba que algunos vivían para sí mismos, posicionándose ellos como el centro de su universo, y dándose culto a ellos mismos. En lugar de vivir para agradar a Dios, vivían para agradarse a sí mismos.
Pablo mostraba con su vida algo muy distinto, procurando el bien de otros y deseando para ellos la salvación del alma.
Así debemos vivir, conscientes de que aún deseando hacer lo correcto, lo natural para nosotros es la idolatría, y fácilmente nos quejamos y tentamos a Dios con nuestro egoísmo.
“Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.” Así anima el apóstol a estar alerta si no queremos caer. Mas lo bonito es que las situaciones que se nos presentan las podemos enfrentar con éxito si seguimos el ejemplo de Cristo, el supremo maestro. Este nos dice: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.”
Hasta Jesús fue tentado, y resistió haciendo buen uso de la Palabra de Dios. La salida siempre está ahí, a nuestro alcance. Sólo tenemos que tomarla, confiando en el que nos la ha dado. Pablo resistía la tentación de mirar por su propio bienestar porque valoraba más la salvación de almas, y Dios le permitió mantenerse fiel al evangelio para su bien y el nuestro.
Fiel es Dios, que no nos dejará solos en la tentación. Si le seguimos, no nos perderemos; llegaremos a nuestro destino; si le imitamos, seremos más y más como Él es.
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Author | David y Maribel |
Organization | David y Maribel |
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