Corintios-107 Cartas de Dios
Jun 12, 2024 ·
5m 41s
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Cartas de Dios En el capítulo 3 de 2 Corintios, cuando Pablo está defendiendo su apostolado, comenta que no necesitaba cartas de recomendación, porque los propios cristianos de Corinto eran...
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Cartas de Dios
En el capítulo 3 de 2 Corintios, cuando Pablo está defendiendo su apostolado, comenta que no necesitaba cartas de recomendación, porque los propios cristianos de Corinto eran sus cartas. Dice en los versículos 2 y 3:
“Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.”
¿Cómo somos nosotros los creyentes cartas ante otros?
Pablo hace referencia a la gloria que Dios mostró en el monte Sinaí, cuando entregó las tablas de la ley por medio de Moisés. Cuando Dios se le manifestó en el monte Sinaí, Moisés volvió con tal resplandor en su cara que el pueblo no podía mirarlo. Este se colocó un velo que lo cubría hasta que el reflejo de la gloria de Dios se desvaneciera. Este reflejo de gloria era pasajero, nos dice Pablo en el versículo 7.
Esta gloria pasajera de la que leemos en los libros de Moisés es un mero destello de la gloria que produce la transformación del Espíritu Santo en nuestras vidas. La entrega de la ley mostraba al pueblo la condenación, dejando claro que nadie podría alcanzar la gloria por el cumplimiento de la ley, ya que ninguno puede cumplir la ley enteramente. Así que Dios en su bondad ha provisto acceso a Dios por el ministerio de la justificación, llevado a cabo por nuestro Salvador Jesucristo. Este produce una gloria eterna, a diferencia de aquella primera gloria que el pueblo de Dios pudo contemplar. Dice así Pablo:
“Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación. Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más eminente. Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece.”
Moisés cubría su rostro hasta que la gloria de Dios pasara, mas Pablo dice a sus oidores que incluso aún el pueblo seguía con el velo puesto, incapaces de comprender el misterio de la justificación por fe. Pablo se lamenta en los versículos 14-16, “Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará.” Dice Pablo
Ocurre incluso hoy en día. Existe un velo que hace que muchos judíos no vean la justificación en Cristo. Y esto no sólo ocurre a los judíos. Ese mismo velo hace que muchos no entiendan que la justificación de Cristo es únicamente accesible a través de la fe, y no por obras. Cristo es el único acceso a la gloria de Dios.
Los propios creyentes de Corinto eran ante el pueblo cartas de Dios, que mostraban este ministerio de justificación, predicado por los apóstoles, pero hecho posible únicamente por Cristo. Las vidas de cada uno de los cristianos debían ser cartas que cualquiera pudiera leer y volverse al Señor. En la conversión al Señor, el velo es quitado, permitiendo al creyente ver la gloria de Dios incluso en esta vida. El apóstol acaba el capítulo dándonos la preciosa imagen de este proceso en nuestras vidas:
“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.”
Cartas abiertas, que llevan al lector a desear y disfrutar la gloria de Dios.
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En el capítulo 3 de 2 Corintios, cuando Pablo está defendiendo su apostolado, comenta que no necesitaba cartas de recomendación, porque los propios cristianos de Corinto eran sus cartas. Dice en los versículos 2 y 3:
“Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.”
¿Cómo somos nosotros los creyentes cartas ante otros?
Pablo hace referencia a la gloria que Dios mostró en el monte Sinaí, cuando entregó las tablas de la ley por medio de Moisés. Cuando Dios se le manifestó en el monte Sinaí, Moisés volvió con tal resplandor en su cara que el pueblo no podía mirarlo. Este se colocó un velo que lo cubría hasta que el reflejo de la gloria de Dios se desvaneciera. Este reflejo de gloria era pasajero, nos dice Pablo en el versículo 7.
Esta gloria pasajera de la que leemos en los libros de Moisés es un mero destello de la gloria que produce la transformación del Espíritu Santo en nuestras vidas. La entrega de la ley mostraba al pueblo la condenación, dejando claro que nadie podría alcanzar la gloria por el cumplimiento de la ley, ya que ninguno puede cumplir la ley enteramente. Así que Dios en su bondad ha provisto acceso a Dios por el ministerio de la justificación, llevado a cabo por nuestro Salvador Jesucristo. Este produce una gloria eterna, a diferencia de aquella primera gloria que el pueblo de Dios pudo contemplar. Dice así Pablo:
“Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación. Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más eminente. Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece.”
Moisés cubría su rostro hasta que la gloria de Dios pasara, mas Pablo dice a sus oidores que incluso aún el pueblo seguía con el velo puesto, incapaces de comprender el misterio de la justificación por fe. Pablo se lamenta en los versículos 14-16, “Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará.” Dice Pablo
Ocurre incluso hoy en día. Existe un velo que hace que muchos judíos no vean la justificación en Cristo. Y esto no sólo ocurre a los judíos. Ese mismo velo hace que muchos no entiendan que la justificación de Cristo es únicamente accesible a través de la fe, y no por obras. Cristo es el único acceso a la gloria de Dios.
Los propios creyentes de Corinto eran ante el pueblo cartas de Dios, que mostraban este ministerio de justificación, predicado por los apóstoles, pero hecho posible únicamente por Cristo. Las vidas de cada uno de los cristianos debían ser cartas que cualquiera pudiera leer y volverse al Señor. En la conversión al Señor, el velo es quitado, permitiendo al creyente ver la gloria de Dios incluso en esta vida. El apóstol acaba el capítulo dándonos la preciosa imagen de este proceso en nuestras vidas:
“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.”
Cartas abiertas, que llevan al lector a desear y disfrutar la gloria de Dios.
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Author | David y Maribel |
Organization | David y Maribel |
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