Evangelio Del Día Lunes 28 de Noviembre | Tengamos Esperanza | Hoy en Oración
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Evangelio Diario LITURGIA - 28 DE NOVIEMBRE DE 2022 Ciclo A - Año I - Color Morado I Semana del Tiempo de Adviento Liturgia de las Horas Tomo I I...
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Ciclo A - Año I - Color Morado
I Semana del Tiempo de Adviento
Liturgia de las Horas Tomo I
I Semana del Salterio
Primera Lectura Isaías 4, 2-6
Salmo 121
Evangelio Mateo 8, 5-11
“Voy yo a curarlo”
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Pero quizá el reconocimiento más conmovedor de la pobreza de nuestra oración floreció de la boca de ese centurión romano que un día suplicó a Jesús que sanara a su siervo enfermo (cf. Mt 8,5-13). Él se sentía completamente inadecuado: no era judío, era oficial del odiado ejército de ocupación. Pero la preocupación por el siervo le hace osar, y dice: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano» (v. 8). Es la frase que también nosotros repetimos en cada liturgia eucarística. Dialogar con Dios es una gracia: nosotros no somos dignos, no tenemos ningún derecho que reclamar, nosotros “cojeamos” con cada palabra y cada pensamiento… Pero Jesús es la puerta que nos abre a este diálogo con Dios. (Audiencia general, 3 marzo 2021)
Reflexión del Evangelio de hoy (Fray Manuel Santos Sánchez O.P.)
Al final de los tiempos
Al comienzo del Adviento nos encontramos con este texto de Isaías, en la primera lectura. Busca llenar, ya en el Antiguo Testamento, nuestro corazón de esperanza, anunciándonos lo que sucederá “al final de los tiempos”, con simbólicas y fascinantes figuras: “estará firme el monte de la casa del Señor… hacia él caminarán pueblos numerosos… Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas… de las espadas forjarán arados; de las lanzas podaderas… no se adiestrarán para la guerra… ven, caminemos a la luz del Señor”.
Los cristianos, los que hemos tenido la suerte de vivir después de la venida de Jesús a nuestra tierra, esos motivos de esperanza han quedado fortalecidos para siempre. Jesús nos anuncia la buena noticia de la llegada del reino de Dios, de la comunidad de personas que dejan que Dios sea su Rey y Señor. Es un reino que empieza ya en este mundo, pero que, con frecuencia, se mezcla con el reinado de dioses falsos que se adentran también en nuestro corazón. Pero “al final de los tiempos”, Dios y solo Dios será el único Rey para todos sus seguidores y gozaremos de su presencia y de su amor para toda una eternidad disfrutando de la felicidad total. Este es nuestro futuro. Estamos de enhorabuena.
Basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano
Cristo Jesús, llegó hasta nosotros para que depositáramos en él nuestra confianza, al asegurarnos que además de ser hombre era el Hijo de Dios. “Creed en Dios y creed también en mí”. Nos dio motivos más que sobrados para que pusiéramos en él, nuestro amor y nuestra confianza y, rendidos, le hemos dicho: “Te seguiré donde quiera que vayas”. Sabiendo que siempre nos llevará por los caminos que nos harán disfrutar de “vida y vida en abundancia”.
La buena fama de Jesús, de estar siempre a favor de todo hombre, curando las heridas del cuerpo y del alma, se extendió por los lugares que recorrió. Incluso esta buena fama llegó a los que no eran sus seguidores, como es el caso del centurión romano del que nos habla el evangelio de hoy. Apoyándose en la fama de Jesús, y desde su amor por uno de sus criados “que está en cama paralítico y sufre mucho”, le pide que le cure. Y cuando Jesús está dispuesto a ir a su casa para curarlo, el centurión confiando en el poder de Jesús le dice: “Señor, ¿quién soy yo para que entres bajo mi techo? Basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano”. Jesús quedó admirado de la enorme fe del centurión y curó a su criado.
Nosotros sabemos que Jesús, que sigue con el poder de curar nuestras enfermedades corporales, está más dispuesto a curar nuestras enfermedades del alma, ofreciéndonos siempre su luz y su amor, para que logremos llevar una vida con sentido y esperanza. Ya sabemos lo que tenemos que hacer: acudir constantemente a él.
LECTURA DEL DÍA
Lectura del libro de Isaías
Is 4, 2-6
Aquel día, el vástago del Señor será magnífico y glorioso;
el fruto del país será orgullo y esplendor
de los sobrevivientes de Israel.
A los restantes en Jerusalén,
a todos los inscritos en ella para la vida, los llamaré santos.
Cuando el Señor haya lavado la inmundicia de las hijas de Sión
y haya limpiado de sangre a Jerusalén
con viento justiciero y abrasador,
creará el Señor, sobre todo lugar del monte Sión
y sobre la asamblea,
nube y humo de día,
y fuego llameante de noche.
Y por encima, la gloria del Señor será toldo
y tienda contra el calor del día,
abrigo y resguardo contra el temporal y la lluvia.
EVANGELIO DEL DÍA
Mt 8, 5-11
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un oficial romano y le dijo: “Señor, tengo en mi casa un criado que está en cama, paralítico, y sufre mucho”. Él le contestó: “Voy a curarlo”.
Pero el oficial le replicó: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa; con que digas una sola palabra, mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; cuando le digo a uno: ‘¡Ve!’, él va; al otro: ‘¡Ven!’, y viene; a mi criado: ‘¡Haz esto!’, y lo hace”.
Al oír aquellas palabras, se admiró Jesús y dijo a los que lo seguían: “Yo les aseguro que en ningún israelita he hallado una fe tan grande. Les aseguro que muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos”.
Oración
Señor Dios misericordioso, que alientas nuestra esperanza mediante el amor de tu Hijo y que nos das constancia de que nunca nos abandonas y estás siempre ahí como Dios con nosotros, haz que nos preparemos con docilidad a la venida de tu Hijo, para que cuando llegue nos encuentre en vela y oración y merezcamos así, el premio a los criados buenos y fieles. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén
Acción
El día de hoy mostraré estar atento a la voz de Jesús y seré solidario con los hermanos que me soliciten alguna atención de parte mía.
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