Evangelios-006 El bautismo de Jesús
Jan 15, 2024 ·
5m 56s
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Uno de los días en que Juan el Bautista estaba en la orilla del río Jordán, anunciando la necesidad de arrepentimiento para el perdón de pecados, se le acercó un...
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Uno de los días en que Juan el Bautista estaba en la orilla del río Jordán, anunciando la necesidad de arrepentimiento para el perdón de pecados, se le acercó un hombre para que lo bautizara, pero este hombre no era uno cualquiera. Su cara puede que le fuera familiar. Recordemos que Elisabet y María eran parientes, aunque no vivían en el mismo lugar. Es probable que Juan y Jesús, aunque a penas seis meses de diferencia entre ellos, no se hubieran encontrado, o puede que se hubieran visto en alguna reunión familiar. El año en que José y María viajaron a Jerusalén cuando Jesús tenía 12 años, es probable que coincidiera con Juan y su familia para la ceremonia que los niños judíos de 12 años llevaban a cabo. No lo podemos decir con certeza. Sin embargo, el día en que Jesús vino de Nazaret de Galilea y se acercó a Juan para ser bautizado, Juan supo que el que tenía delante era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Así nos lo narra Juan en el capítulo 1, versículo 9.
Los cuatro evangelios nos narran el bautismo de Jesús (Mateo 3, Marcos 1 y Lucas 3 y Juan 1). Juan venía preparando el camino para aquellos que arrepentidos recibirían la obra de Cristo en la cruz para perdón de pecados. Jesús guiado por el Espíritu Santo, fue a Juan para bautizarse. Mas como Juan le dijo, Él no tenía necesidad de ser bautizado. Jesús no tenía nada de qué arrepentirse, ya que no tenía pecado. Entonces, ¿por qué vino al Jordán para ser bautizado? Jesús dijo que le era necesario hacer esto; nos narra Mateo 3:15 que Jesús le dijo: “así conviene que cumplamos toda justicia.”
Debemos concluir que Jesús vino al río Jordán como sustituto nuestro, mostrando que debe haber arrepentimiento para poder recibir por fe la salvación en Cristo. Jesús moriría en la cruz tres años más tarde para llevar en sí mismo el castigo del pecado que nosotros los pecadores merecíamos.
La profecía de Isaías 42:1, siglos antes ya nos presentaba al “siervo de Yavé”, el que traería justicia a las naciones. En el Jordán, ante Juan y los que allí estaban, el Espíritu Santo de Dios, en forma de paloma descendió sobre Jesús al salir de las aguas, y nos narran los evangelios que se oyó una voz del cielo que decía: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” Esta sería la presentación oficial y el comienzo del ministerio del prometido Mesías.
Después de ser bautizado, Jesús comenzó su ministerio, y Juan continuó el suyo. En Mateo 11 y Lucas 7 leemos que Juan, al oír de la enseñanza y los milagros de Jesús, hacia la mitad de su ministerio, envió a sus discípulos a Jesús. “Cuando, pues, los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?” Jesús confirmó con sus hechos y sus palabras que él era, como Juan parecía entender y quería confirmar, el Mesías, el enviado de Dios. Jesús, hablando de Juan dice en Lucas 7:27: “Este es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti.”
Juan, como Simeón, Ana, y otros que genuinamente esperaban al Mesías, pudo reconocer que el que venía a él para ser bautizado a las aguas del Jordán era el Salvador que esperaban. Su bautismo confirmaba que arrepentimiento, la confesión de pecado (no a ninguna persona aquí en la Tierra, sino a Dios mismo), junto con la fe depositada en la obra salvadora de Jesucristo es lo que asegura la salvación de nuestros pecados y la vida eterna que Cristo ofrece, para ti, para mí, y para todo aquel que cree.
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Los cuatro evangelios nos narran el bautismo de Jesús (Mateo 3, Marcos 1 y Lucas 3 y Juan 1). Juan venía preparando el camino para aquellos que arrepentidos recibirían la obra de Cristo en la cruz para perdón de pecados. Jesús guiado por el Espíritu Santo, fue a Juan para bautizarse. Mas como Juan le dijo, Él no tenía necesidad de ser bautizado. Jesús no tenía nada de qué arrepentirse, ya que no tenía pecado. Entonces, ¿por qué vino al Jordán para ser bautizado? Jesús dijo que le era necesario hacer esto; nos narra Mateo 3:15 que Jesús le dijo: “así conviene que cumplamos toda justicia.”
Debemos concluir que Jesús vino al río Jordán como sustituto nuestro, mostrando que debe haber arrepentimiento para poder recibir por fe la salvación en Cristo. Jesús moriría en la cruz tres años más tarde para llevar en sí mismo el castigo del pecado que nosotros los pecadores merecíamos.
La profecía de Isaías 42:1, siglos antes ya nos presentaba al “siervo de Yavé”, el que traería justicia a las naciones. En el Jordán, ante Juan y los que allí estaban, el Espíritu Santo de Dios, en forma de paloma descendió sobre Jesús al salir de las aguas, y nos narran los evangelios que se oyó una voz del cielo que decía: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” Esta sería la presentación oficial y el comienzo del ministerio del prometido Mesías.
Después de ser bautizado, Jesús comenzó su ministerio, y Juan continuó el suyo. En Mateo 11 y Lucas 7 leemos que Juan, al oír de la enseñanza y los milagros de Jesús, hacia la mitad de su ministerio, envió a sus discípulos a Jesús. “Cuando, pues, los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?” Jesús confirmó con sus hechos y sus palabras que él era, como Juan parecía entender y quería confirmar, el Mesías, el enviado de Dios. Jesús, hablando de Juan dice en Lucas 7:27: “Este es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti.”
Juan, como Simeón, Ana, y otros que genuinamente esperaban al Mesías, pudo reconocer que el que venía a él para ser bautizado a las aguas del Jordán era el Salvador que esperaban. Su bautismo confirmaba que arrepentimiento, la confesión de pecado (no a ninguna persona aquí en la Tierra, sino a Dios mismo), junto con la fe depositada en la obra salvadora de Jesucristo es lo que asegura la salvación de nuestros pecados y la vida eterna que Cristo ofrece, para ti, para mí, y para todo aquel que cree.
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Author | David y Maribel |
Organization | David y Maribel |
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