Evangelios-042 La parábola del sembrador
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Mt. 13.1-23; Marcos 4 Lc. 8.4-15 Una buena mañana desde una barca a la orilla del mar de Galilea, contó Jesús una historia sobre un sembrador que salió con un...
show moreUna buena mañana desde una barca a la orilla del mar de Galilea, contó Jesús una historia sobre un sembrador que salió con un capazo lleno de semilla a sembrarla en sus campos. La semilla era toda una, buena semilla que después de un tiempo debería producir fruto. Sin embargo, al ir esparciéndola por el terreno, parte de la semilla “cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. Otra “parte cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra; esta semilla brotó pronto superficialmente, porque no tenía profundidad de tierra; pero salió el sol, los brotes se quemaron y se secaron, “porque no tenía raíz.”
Otra parte de la semilla esparcida cayó entre los matorrales; y las malas hierbas crecieron, y la ahogaron.”
Pero parte de la semilla que el sembrador echaba cayó en buena tierra, y dio mucho fruto, treinta, sesenta, y hasta cien por una.
Jesús, al acabar de contar esta parábola dijo a toda la gente que estaba en la playa escuchándolo: “El que tiene oídos para oír, oiga.”
Marcos 4 nos dice que “Cuando estuvo solo, los que estaban cerca de él con los doce le preguntaron sobre la parábola.” Y Jesús les contestó: “¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?” Mas para ayudarlos a comprender lo que estaba intentando enseñarles, Jesús les dijo:
“El sembrador es el que siembra la palabra” Es decir, cada persona que comparte lo que Dios enseña en su Palabra está representada por el sembrador. Dios es el mismo hoy, ayer y por los siglos, y Su Palabra no cambia. Es tan actual y eficaz hoy como hace dos mil años.
Entonces, ¿Qué marca la diferencia entre aquellos que al oírla atienden su voz y aquellos en los que la Palabra no tiene ningún efecto? Jesús lo explicó así:
“Los de junto al camino son los que oyen la Palabra, pero, en seguida viene el maligno, y quita la palabra que se sembró en sus corazones.” Nosotros diríamos aquellos que por un oído les entra, y por el otro les sale, y no retienen el mensaje de Dios.
Aquella semilla que cayó en pedregales representa a “los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo; pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan.”
Es decir, escuchan lo que Dios ha dicho en su palabra, pero no lo interiorizan; no hay un cambio en su vida por lo que han escuchado, y por lo tanto, cuando vienen las aflicciones, así como el que edificó la casa en la arena, todo lo “aprendido” se olvida, dejando evidencia nula de que la semilla estaba ahí.
Los que fueron sembrados entre espinos son los que oyen la palabra, “pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa.” Estos parece que sí han recibido la Palabra; puede que asistan a una iglesia, y que se consideren cristianos; sin embargo, no tienen fruto en su vida. Van siempre liados por los quehaceres diarios, les preocupa más tener éxito en sus propios negocios que hacer la voluntad de Dios, y el sistema de este mundo los tiene tan ocupados que no hay evidencia de Cristo en sus vidas.
Estos que Jesús describía eran como árboles sin evidencia de vida. Jesús había enseñado que lo que identificaba un árbol sano era su fruto, y ninguno de estos llevaba buen fruto.
Mas Jesús describió un cuarto grupo; “éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.”
Vale la pena repartir la semilla, compartir la palabra, porque esta no tiene desperdicio.
Si parece que no cambia una vida, no es porque la semilla sea mala. La Palabra de Dios es viva y eficaz, nos dice Hebreos 4:12. Cuando la Palabra de Dios no produce una transformación para bien, debemos examinar el terreno, quitar cualquier dureza que impida que la semilla brote, arrancar cualquier espino que la pueda ahogar, y asegurarnos que nuestro corazón es tierra fértil. Oremos para que el Espíritu Santo prepare el terreno donde la semilla será sembrada. Así veremos fruto que brota en abundancia.
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Author | David y Maribel |
Organization | David y Maribel |
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