Evangelios-051 La parábola del mayordomo sagaz
Mar 18, 2024 ·
9m 29s
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Lucas 16:1-15 A veces podemos pensar que las personas espirituales se mantienen completamente al margen de los asuntos de la vida cotidiana. Mas Jesús no enseñó que como cristianos debamos...
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Lucas 16:1-15
A veces podemos pensar que las personas espirituales se mantienen completamente al margen de los asuntos de la vida cotidiana. Mas Jesús no enseñó que como cristianos debamos vivir totalmente apartados de la sociedad en la que vivimos. Para ser luz y sal en la Tierra debemos saber relacionarnos con los de alrededor. Nuestra relación vertical con el Padre es la base para que nuestras relaciones en el plano horizontal con los que nos rodean puedan funcionar. Y lo curioso es que a través de estas relaciones horizontales, podemos recibir bendiciones verticales. Muchas veces los tesoros celestiales los encontramos aquí en la Tierra. Veamos lo que Jesús enseñó sobre cómo actuar sagazmente en las situaciones más cotidianas.
En Lucas 16:1-15
“Dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él como disipador de sus bienes.
Entonces le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo.”
Curiosamente se le da el título de “mayordomo infiel” a esta parábola, pero lo que encontramos es una acusación que ha llegado al jefe de que este encargado está disipando sus bienes. No queda claro si la acusación era cierta o no, y no hay ningún cargo legal contra él, pero este mayordomo parece que tenía que entregar los libros y ya no podría seguir trabajando en esa casa. La historia continúa relatando lo que este encargado decidió hacer para salvar su situación de la manera más favorable.
“Entonces el mayordomo dijo para sí: ¿Qué haré? Porque mi amo me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que haré para que cuando se me quite de la mayordomía, me reciban en sus casas. Y llamando a cada uno de los deudores de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo? Él dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, siéntate pronto, y escribe cincuenta. Después dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. Él le dijo: Toma tu cuenta, y escribe ochenta.”
Notamos que este mayordomo no criticó a su jefe ni se justificó a sí mismo ante estos deudores. Lo que hizo fue idear un plan para cerrar los libros de la manera más sabia posible. Este tuvo una reunión uno por uno, les propuso una reducción de la deuda, consiguiendo que pagaran un buen porcentaje a su amo, y canceló así las deudas.
Es probable por lo que leemos que este señor ya estuviera mayor para hacer trabajo físico, y no quisiera tener que depender de otros para su sustento, por lo que hizo su trabajo de mediador financiero, llegando a una situación que era favorable tanto para su antiguo jefe como para cada uno de sus deudores, los cuales podrían contratarlo cuando quedara sin trabajo.
Y nos dice la parábola que “alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente.”
El jefe tuvo que reconocer que la manera de negociar de su encargado había sido sabia. No nos dice si decidió despedirlo o no. Es posible que no quisiera que trabajara para él porque había perdido su confianza debido a las acusaciones que había recibido, pero tenía que admitir que este había actuado sagazmente.
Jesús concluyó la parábola con esta afirmación: “porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz.”
¿Alguna vez has pensado tú así? Muchas veces vemos personas que no reconocen a Dios como Señor, pero saben tratar con sus semejantes de manera más sabia que aquellos que proclaman el nombre de Dios. Hay personas que no creen en Dios que viven vidas mínimamente ordenadas, que respetan las diferencias y opiniones de otros, que admiten crítica y ofrecen apoyo, que no parecen buscar conflicto sino que lo amainan. Y sin embargo, hay cristianos que buscan afrentas donde no las hay, que no pueden ignorar ofensas, que pelean batallas innecesarias y no parecen poder vivir en paz con su prójimo. Pero esto no debería ser así.
Prosigue el Señor: “Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?”
Es difícil entender todo a lo que Jesús pueda estar haciendo referencia aquí, pero la idea que nos deja esta historia es, que si en las cosas pequeñas perdemos la oportunidad de actuar sabiamente, ¿cómo podremos ser sabios en los asuntos más serios? Extrapolemos la situación a cualquier conflicto interpersonal. Si por cualquier asunto cotidiano perdemos nuestro sabor (aludiendo a la sal) y nuestra luz disminuye (atendiendo a la necesidad de ser luz en nuestro entorno), ¿cómo podremos ser de edificación a otros?
Aquí en la parábola Jesús está llamando la atención específicamente a los fariseos, y nos dice en el versículo 14 que ellos se burlaban de Jesús; mas este les respondió: “Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación.” Los fariseos se justificaban delante de todos, mas Jesús los confrontó.
¿Te encuentras a ti misma defendiéndote y justificándote constantemente? El mayordomo podría haberse defendido contra las acusaciones que había recibido. Podría haberse intentado justificar, pero lo que hizo fue mostrar por sus obras que él sabía administrar las riquezas de su amo. No tuvo que responder a las acusaciones con palabras acusadoras ni burladoras, como hacían estos fariseos, sino que con sus hechos proclamó su sabiduría.
Haríamos bien nosotras en dejar que nuestras acciones y no nuestras palabras sean la muestra de nuestra sabiduría. Seamos más sagaces que los hijos de este siglo. No dejemos que las “riquezas injustas”, es decir, aquellos asuntos que no son eternos, nos quiten la paz y el gozo del Señor y nos pongan en pleito con nuestro prójimo. Quizá podamos ganar amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando en el día final estas ya no cuenten, aquellos ante los que hemos sido luz y sal nos reciban en las moradas eternas. ¿Y si por nuestra reacción a situaciones que podamos calificar de injustas alguien llegara a depositar su fe en Cristo y un día nos lo encontraramos en el cielo? Que Dios nos ayude a actuar y reaccionar de manera que traigamos gloria a su nombre.
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A veces podemos pensar que las personas espirituales se mantienen completamente al margen de los asuntos de la vida cotidiana. Mas Jesús no enseñó que como cristianos debamos vivir totalmente apartados de la sociedad en la que vivimos. Para ser luz y sal en la Tierra debemos saber relacionarnos con los de alrededor. Nuestra relación vertical con el Padre es la base para que nuestras relaciones en el plano horizontal con los que nos rodean puedan funcionar. Y lo curioso es que a través de estas relaciones horizontales, podemos recibir bendiciones verticales. Muchas veces los tesoros celestiales los encontramos aquí en la Tierra. Veamos lo que Jesús enseñó sobre cómo actuar sagazmente en las situaciones más cotidianas.
En Lucas 16:1-15
“Dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él como disipador de sus bienes.
Entonces le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo.”
Curiosamente se le da el título de “mayordomo infiel” a esta parábola, pero lo que encontramos es una acusación que ha llegado al jefe de que este encargado está disipando sus bienes. No queda claro si la acusación era cierta o no, y no hay ningún cargo legal contra él, pero este mayordomo parece que tenía que entregar los libros y ya no podría seguir trabajando en esa casa. La historia continúa relatando lo que este encargado decidió hacer para salvar su situación de la manera más favorable.
“Entonces el mayordomo dijo para sí: ¿Qué haré? Porque mi amo me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que haré para que cuando se me quite de la mayordomía, me reciban en sus casas. Y llamando a cada uno de los deudores de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo? Él dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, siéntate pronto, y escribe cincuenta. Después dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. Él le dijo: Toma tu cuenta, y escribe ochenta.”
Notamos que este mayordomo no criticó a su jefe ni se justificó a sí mismo ante estos deudores. Lo que hizo fue idear un plan para cerrar los libros de la manera más sabia posible. Este tuvo una reunión uno por uno, les propuso una reducción de la deuda, consiguiendo que pagaran un buen porcentaje a su amo, y canceló así las deudas.
Es probable por lo que leemos que este señor ya estuviera mayor para hacer trabajo físico, y no quisiera tener que depender de otros para su sustento, por lo que hizo su trabajo de mediador financiero, llegando a una situación que era favorable tanto para su antiguo jefe como para cada uno de sus deudores, los cuales podrían contratarlo cuando quedara sin trabajo.
Y nos dice la parábola que “alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente.”
El jefe tuvo que reconocer que la manera de negociar de su encargado había sido sabia. No nos dice si decidió despedirlo o no. Es posible que no quisiera que trabajara para él porque había perdido su confianza debido a las acusaciones que había recibido, pero tenía que admitir que este había actuado sagazmente.
Jesús concluyó la parábola con esta afirmación: “porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz.”
¿Alguna vez has pensado tú así? Muchas veces vemos personas que no reconocen a Dios como Señor, pero saben tratar con sus semejantes de manera más sabia que aquellos que proclaman el nombre de Dios. Hay personas que no creen en Dios que viven vidas mínimamente ordenadas, que respetan las diferencias y opiniones de otros, que admiten crítica y ofrecen apoyo, que no parecen buscar conflicto sino que lo amainan. Y sin embargo, hay cristianos que buscan afrentas donde no las hay, que no pueden ignorar ofensas, que pelean batallas innecesarias y no parecen poder vivir en paz con su prójimo. Pero esto no debería ser así.
Prosigue el Señor: “Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?”
Es difícil entender todo a lo que Jesús pueda estar haciendo referencia aquí, pero la idea que nos deja esta historia es, que si en las cosas pequeñas perdemos la oportunidad de actuar sabiamente, ¿cómo podremos ser sabios en los asuntos más serios? Extrapolemos la situación a cualquier conflicto interpersonal. Si por cualquier asunto cotidiano perdemos nuestro sabor (aludiendo a la sal) y nuestra luz disminuye (atendiendo a la necesidad de ser luz en nuestro entorno), ¿cómo podremos ser de edificación a otros?
Aquí en la parábola Jesús está llamando la atención específicamente a los fariseos, y nos dice en el versículo 14 que ellos se burlaban de Jesús; mas este les respondió: “Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación.” Los fariseos se justificaban delante de todos, mas Jesús los confrontó.
¿Te encuentras a ti misma defendiéndote y justificándote constantemente? El mayordomo podría haberse defendido contra las acusaciones que había recibido. Podría haberse intentado justificar, pero lo que hizo fue mostrar por sus obras que él sabía administrar las riquezas de su amo. No tuvo que responder a las acusaciones con palabras acusadoras ni burladoras, como hacían estos fariseos, sino que con sus hechos proclamó su sabiduría.
Haríamos bien nosotras en dejar que nuestras acciones y no nuestras palabras sean la muestra de nuestra sabiduría. Seamos más sagaces que los hijos de este siglo. No dejemos que las “riquezas injustas”, es decir, aquellos asuntos que no son eternos, nos quiten la paz y el gozo del Señor y nos pongan en pleito con nuestro prójimo. Quizá podamos ganar amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando en el día final estas ya no cuenten, aquellos ante los que hemos sido luz y sal nos reciban en las moradas eternas. ¿Y si por nuestra reacción a situaciones que podamos calificar de injustas alguien llegara a depositar su fe en Cristo y un día nos lo encontraramos en el cielo? Que Dios nos ayude a actuar y reaccionar de manera que traigamos gloria a su nombre.
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