Ezequiel-145 Ezequiel y la gloria de Dios
Jul 31, 2023 ·
10m 34s
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El libro de Ezequiel es otro libro de profecía al pueblo de Dios sobre el futuro próximo de Jerusalén en los tiempos del exilio y destrucción así como el futuro...
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El libro de Ezequiel es otro libro de profecía al pueblo de Dios sobre el futuro próximo de Jerusalén en los tiempos del exilio y destrucción así como el futuro lejano de la nación de Israel y la ciudad de Jerusalén.
Babilonia atacó la ciudad de Jerusalén en un par de ocasiones, llevando cautivos a la tierra de los caldeos. En la primera oleada de cautivos se encontraban Daniel y sus amigos, de los que podremos leer en el libro de Daniel. Entre los cautivos de la segunda oleada salió Ezequiel. Ezequiel era de familia de sacerdotes, y debía comenzar a ejercer su trabajo como sacerdote al cumplir los 30 años, pero cuando este día llegó, se encontraba lejos de Jerusalén, en el campo de refugiados en tierra de los caldeos.
Nos narra el libro que estaba Ezequiel junto al río Quebar cuando vio una visión de la gloria de Dios en tierra de los caldeos. El primer capítulo del libro nos describe cuatro seres alados con cuatro caras cada uno, y estos estaban sobre cuatro ruedas, y sobre estos había una plataforma, y sobre la plataforma un trono. Sentado sobre el trono había una figura humana envuelta en fuego brillante, irradiando gloria, la semejanza de la gloria del Señor. Al ver esta manifestación grandiosa Ezequiel supo que estaba en la presencia de Dios. Así como Moisés pudo ver la gloria de Dios en Sinaí y la gloria de Dios estuvo sobre el arca del pacto, estaba ahora la gloria de Dios ahí, en Babilonia.
En esta visión Dios pidió a Ezequiel que anunciara lo que todavía quedaba por venir al pueblo si no se arrepentían. Israel había mostrado completa rebeldía, y no parecía que el ataque y el exilio hubieran hecho al pueblo recapacitar.
Dios ya había mandado mensaje a través de Isaías, había enviado a Jeremías para advertirlos en Jerusalén de lo que les esperaba, lo cual ya se había empezado a cumplir, y ahora, cuando un gran número de judíos ya estaban en cautividad en la tierra de los caldeos, Dios había permitido que Ezequiel fuera llevado con ellos para ser el mensajero a aquellos que ya no estaban en Jerusalén. Quizá ellos escucharían, pensaríamos. Pero no. Ezequiel 2:4-7 nos narra el momento en que Dios le advirtió de que el pueblo rebelde no le escucharía.
Dice así: ’Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón; y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor. Acaso ellos escuchen; pero si no escucharen, porque son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos.”
Dios no se cansaba de advertir. ¡Oh, qué paciente y amoroso es Dios! Le habla a su siervo para que sepa que no importa lo que el pueblo haga con el mensaje, Dios ya estaba con él.
“Y tú, hijo de hombre, no les temas, …; no tengas miedo de sus palabras, ni temas delante de ellos, porque son casa rebelde. Les hablarás, pues, mis palabras, escuchen o dejen de escuchar; porque son muy rebeldes.” Dios lo había preparado para la dura tarea: “Como diamante, más fuerte que pedernal he hecho tu frente; no los temas, ni tengas miedo delante de ellos, porque son casa rebelde.” Ezequiel 3:9
Si lees el libro de Ezequiel, verás que el modo que Dios pidió que transmitiera el mensaje es único e interesante. Vimos a Isaías dar el mensaje oralmente, utilizando parábolas e ilustraciones que luego puso en papel. Jeremías lo hizo a través de la escritura, llevando el mensaje en un libro al rey en Jerusalén. A Ezequiel lo vemos no solo llevando el mensaje de forma oral y escrita, sino que Dios le encargó que dramatizara aquellas cosas que habrían de ocurrir. Le pidió que utilizara muchas lecciones objetivas para que el pueblo viera claramente y pudiera entender el mensaje.
Ezequiel debía ser un atalaya que avisara del peligro, y lo haría de la manera que fuese más eficaz. Lo vemos en el capitulo 3 creando una maqueta de la ciudad de Jerusalén, y actuando ante el pueblo para mostrar lo que se les venía encima. En otra ocasión tuvo que acostarse sobre su lado izquierdo trescientos noventa días, llevando la maldad de la casa de Israel (4:4), y cuarenta días sobre su lado derecho para llevar la maldad de Judá (4:5), un día por cada año. En el 4:10-16) leemos que comió comida pésima cocinada en estiércol durante muchos días para mostrarles que sufrirían en tierra ajena y pasarían escasez como jamás se podrían imaginar. Ezequiel dramatizó escenas que representaban lo que el pueblo sufriría y habló por parábolas describiendo al pueblo claramente, comparándolos a personas promiscuas e infieles.
Ezequiel tuvo que hacer incluso cosas para llevar el mensaje que eran vistas como vergonzosas. Siendo hombre hebreo se tuvo que afeitar la cabeza y la barba, dividiendo sus pelo para simbolizar aquellos judíos que perecerían: Le pidió Dios: Una tercera parte quemarás a fuego en medio de la ciudad, cuando se cumplan los días del asedio; y tomarás una tercera parte y la cortarás con espada alrededor de la ciudad; y una tercera parte esparcirás al viento…. Tomarás también de allí unos pocos en número, y los atarás en la falda de tu manto. (5:2-3) El versículo 12 nos explica lo que esto representaba; dice: “Una tercera parte de ti morirá de pestilencia y será consumida de hambre en medio de ti; y una tercera parte caerá a espada alrededor de ti; y una tercera parte esparciré a todos los vientos, y tras ellos desenvainaré espada.”
Mas en el capítulo 6:8-10 Dios explicó lo que representaba el puñado de pelo que el profeta ató en la falda de su manto. “dejaré un resto, de modo que tengáis entre las naciones algunos que escapen de la espada, … Y sabrán que yo soy Jehová; no en vano dije que les había de hacer este mal.”
Cuando la esposa de Ezequiel falleció, Dios le pidió que no llorara su pérdida ni hiciera luto por ella. Aquí el pueblo le preguntó : “¿No nos enseñarás qué significan para nosotros estas cosas que haces?”
Dios le dijo: “Di a la casa de Israel: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo profano mi santuario, la gloria de vuestro poderío, el deseo de vuestros ojos y el deleite de vuestra alma; y vuestros hijos y vuestras hijas que dejasteis caerán a espada. Y haréis de la manera que yo hice; no os cubriréis con rebozo, ni comeréis pan de hombres en luto.”
Dios dijo al pueblo en el mismo capítulo 24 “Ezequiel, pues, os será por señal; según todas las cosas que él hizo, haréis; cuando esto ocurra, entonces sabréis que yo soy Jehová el Señor.” (Ezequiel 24:19, 21-22, 24)
El ministerio de Ezequiel no fue fructífero en el sentido en que el pueblo no respondió a las advertencias de este. Como Dios le había avisado, ellos no atendieron al mensaje. Sin embargo, Ezequiel llegó a ver la gloria de Dios desde la tierra del exilio.
Dios le mostró en visión el templo en Jerusalén en ese momento, el cual sería destruido por los caldeos. Dios le permitió a Ezequiel ver visiones de las abominaciones que el pueblo estaba haciendo en el templo; de tal modo que la gloria de Dios salió del templo sin que el pueblo se diera cuenta, y le mostró cómo los culpables debían ser juzgados, porque el Dios justo tenía que juzgar a su pueblo pecador). Ezequiel, como sacerdote del pueblo que habría sido si el cautiverio no hubiera ocurrido, intercedió por su pueblo preguntando a Dios si de verdad debían sufrir de tal modo. En Ezequiel 9:8 leemos: “¡Ah, Señor Jehová! ¿destruirás a todo el remanente de Israel derramando tu furor sobre Jerusalén?”
Mas vemos que Dios no abandonaría a Su pueblo. La gloria de Dios, como Ezequiel había visto junto al río, no estaba limitada a habitar exclusivamente en el templo (Como vemos en el salmo 139, su presencia está en todo lugar, y podría incluso ir a la tierra de Babilonia, acompañando a Su pueblo. (12-24)
Dios juzgaría a Israel por su pecado, juzgaría a aquellos que trataran mal a Israel, y juzgaría a Jerusalén. Haría esto porque Dios es justo y ama la justicia.
Mas la última sección del libro, del 34-38, nos muestra la esperanza futura para Israel, para las naciones, y para toda la creación. El pueblo de Dios un día se volverá a Él, la maldad de las naciones será derrotada, y habrá un nuevo templo en el que ese carruaje que Ezequiel vio junto al río, la misma presencia de Dios, morará en el templo que Dios construirá. Ezequiel ve que de este templo fluye un rio que da vida a todo lo que está a su alrededor. Y del mismo modo, Dios dar&a
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Babilonia atacó la ciudad de Jerusalén en un par de ocasiones, llevando cautivos a la tierra de los caldeos. En la primera oleada de cautivos se encontraban Daniel y sus amigos, de los que podremos leer en el libro de Daniel. Entre los cautivos de la segunda oleada salió Ezequiel. Ezequiel era de familia de sacerdotes, y debía comenzar a ejercer su trabajo como sacerdote al cumplir los 30 años, pero cuando este día llegó, se encontraba lejos de Jerusalén, en el campo de refugiados en tierra de los caldeos.
Nos narra el libro que estaba Ezequiel junto al río Quebar cuando vio una visión de la gloria de Dios en tierra de los caldeos. El primer capítulo del libro nos describe cuatro seres alados con cuatro caras cada uno, y estos estaban sobre cuatro ruedas, y sobre estos había una plataforma, y sobre la plataforma un trono. Sentado sobre el trono había una figura humana envuelta en fuego brillante, irradiando gloria, la semejanza de la gloria del Señor. Al ver esta manifestación grandiosa Ezequiel supo que estaba en la presencia de Dios. Así como Moisés pudo ver la gloria de Dios en Sinaí y la gloria de Dios estuvo sobre el arca del pacto, estaba ahora la gloria de Dios ahí, en Babilonia.
En esta visión Dios pidió a Ezequiel que anunciara lo que todavía quedaba por venir al pueblo si no se arrepentían. Israel había mostrado completa rebeldía, y no parecía que el ataque y el exilio hubieran hecho al pueblo recapacitar.
Dios ya había mandado mensaje a través de Isaías, había enviado a Jeremías para advertirlos en Jerusalén de lo que les esperaba, lo cual ya se había empezado a cumplir, y ahora, cuando un gran número de judíos ya estaban en cautividad en la tierra de los caldeos, Dios había permitido que Ezequiel fuera llevado con ellos para ser el mensajero a aquellos que ya no estaban en Jerusalén. Quizá ellos escucharían, pensaríamos. Pero no. Ezequiel 2:4-7 nos narra el momento en que Dios le advirtió de que el pueblo rebelde no le escucharía.
Dice así: ’Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón; y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor. Acaso ellos escuchen; pero si no escucharen, porque son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos.”
Dios no se cansaba de advertir. ¡Oh, qué paciente y amoroso es Dios! Le habla a su siervo para que sepa que no importa lo que el pueblo haga con el mensaje, Dios ya estaba con él.
“Y tú, hijo de hombre, no les temas, …; no tengas miedo de sus palabras, ni temas delante de ellos, porque son casa rebelde. Les hablarás, pues, mis palabras, escuchen o dejen de escuchar; porque son muy rebeldes.” Dios lo había preparado para la dura tarea: “Como diamante, más fuerte que pedernal he hecho tu frente; no los temas, ni tengas miedo delante de ellos, porque son casa rebelde.” Ezequiel 3:9
Si lees el libro de Ezequiel, verás que el modo que Dios pidió que transmitiera el mensaje es único e interesante. Vimos a Isaías dar el mensaje oralmente, utilizando parábolas e ilustraciones que luego puso en papel. Jeremías lo hizo a través de la escritura, llevando el mensaje en un libro al rey en Jerusalén. A Ezequiel lo vemos no solo llevando el mensaje de forma oral y escrita, sino que Dios le encargó que dramatizara aquellas cosas que habrían de ocurrir. Le pidió que utilizara muchas lecciones objetivas para que el pueblo viera claramente y pudiera entender el mensaje.
Ezequiel debía ser un atalaya que avisara del peligro, y lo haría de la manera que fuese más eficaz. Lo vemos en el capitulo 3 creando una maqueta de la ciudad de Jerusalén, y actuando ante el pueblo para mostrar lo que se les venía encima. En otra ocasión tuvo que acostarse sobre su lado izquierdo trescientos noventa días, llevando la maldad de la casa de Israel (4:4), y cuarenta días sobre su lado derecho para llevar la maldad de Judá (4:5), un día por cada año. En el 4:10-16) leemos que comió comida pésima cocinada en estiércol durante muchos días para mostrarles que sufrirían en tierra ajena y pasarían escasez como jamás se podrían imaginar. Ezequiel dramatizó escenas que representaban lo que el pueblo sufriría y habló por parábolas describiendo al pueblo claramente, comparándolos a personas promiscuas e infieles.
Ezequiel tuvo que hacer incluso cosas para llevar el mensaje que eran vistas como vergonzosas. Siendo hombre hebreo se tuvo que afeitar la cabeza y la barba, dividiendo sus pelo para simbolizar aquellos judíos que perecerían: Le pidió Dios: Una tercera parte quemarás a fuego en medio de la ciudad, cuando se cumplan los días del asedio; y tomarás una tercera parte y la cortarás con espada alrededor de la ciudad; y una tercera parte esparcirás al viento…. Tomarás también de allí unos pocos en número, y los atarás en la falda de tu manto. (5:2-3) El versículo 12 nos explica lo que esto representaba; dice: “Una tercera parte de ti morirá de pestilencia y será consumida de hambre en medio de ti; y una tercera parte caerá a espada alrededor de ti; y una tercera parte esparciré a todos los vientos, y tras ellos desenvainaré espada.”
Mas en el capítulo 6:8-10 Dios explicó lo que representaba el puñado de pelo que el profeta ató en la falda de su manto. “dejaré un resto, de modo que tengáis entre las naciones algunos que escapen de la espada, … Y sabrán que yo soy Jehová; no en vano dije que les había de hacer este mal.”
Cuando la esposa de Ezequiel falleció, Dios le pidió que no llorara su pérdida ni hiciera luto por ella. Aquí el pueblo le preguntó : “¿No nos enseñarás qué significan para nosotros estas cosas que haces?”
Dios le dijo: “Di a la casa de Israel: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo profano mi santuario, la gloria de vuestro poderío, el deseo de vuestros ojos y el deleite de vuestra alma; y vuestros hijos y vuestras hijas que dejasteis caerán a espada. Y haréis de la manera que yo hice; no os cubriréis con rebozo, ni comeréis pan de hombres en luto.”
Dios dijo al pueblo en el mismo capítulo 24 “Ezequiel, pues, os será por señal; según todas las cosas que él hizo, haréis; cuando esto ocurra, entonces sabréis que yo soy Jehová el Señor.” (Ezequiel 24:19, 21-22, 24)
El ministerio de Ezequiel no fue fructífero en el sentido en que el pueblo no respondió a las advertencias de este. Como Dios le había avisado, ellos no atendieron al mensaje. Sin embargo, Ezequiel llegó a ver la gloria de Dios desde la tierra del exilio.
Dios le mostró en visión el templo en Jerusalén en ese momento, el cual sería destruido por los caldeos. Dios le permitió a Ezequiel ver visiones de las abominaciones que el pueblo estaba haciendo en el templo; de tal modo que la gloria de Dios salió del templo sin que el pueblo se diera cuenta, y le mostró cómo los culpables debían ser juzgados, porque el Dios justo tenía que juzgar a su pueblo pecador). Ezequiel, como sacerdote del pueblo que habría sido si el cautiverio no hubiera ocurrido, intercedió por su pueblo preguntando a Dios si de verdad debían sufrir de tal modo. En Ezequiel 9:8 leemos: “¡Ah, Señor Jehová! ¿destruirás a todo el remanente de Israel derramando tu furor sobre Jerusalén?”
Mas vemos que Dios no abandonaría a Su pueblo. La gloria de Dios, como Ezequiel había visto junto al río, no estaba limitada a habitar exclusivamente en el templo (Como vemos en el salmo 139, su presencia está en todo lugar, y podría incluso ir a la tierra de Babilonia, acompañando a Su pueblo. (12-24)
Dios juzgaría a Israel por su pecado, juzgaría a aquellos que trataran mal a Israel, y juzgaría a Jerusalén. Haría esto porque Dios es justo y ama la justicia.
Mas la última sección del libro, del 34-38, nos muestra la esperanza futura para Israel, para las naciones, y para toda la creación. El pueblo de Dios un día se volverá a Él, la maldad de las naciones será derrotada, y habrá un nuevo templo en el que ese carruaje que Ezequiel vio junto al río, la misma presencia de Dios, morará en el templo que Dios construirá. Ezequiel ve que de este templo fluye un rio que da vida a todo lo que está a su alrededor. Y del mismo modo, Dios dar&a
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