Ezequiel-146 Israel la infiel
Aug 1, 2023 ·
11m 29s
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Una de las comparaciones que hace Ezequiel del pueblo de Israel es la de una esposa infiel. El capítulo 16 nos narra una parábola de cómo Dios mostró su amor...
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Una de las comparaciones que hace Ezequiel del pueblo de Israel es la de una esposa infiel. El capítulo 16 nos narra una parábola de cómo Dios mostró su amor hacia este pueblo, y cómo el pueblo, ingrato e infiel había rechazado este amor fiel y se había ido tras otros pueblos que al contrario de amarlos, los maltrataban. Es una imagen clara y triste que muestra una cruda realidad.
Ezequiel 16:3-7: “Así ha dicho Jehová el Señor sobre Jerusalén: Tu origen, tu nacimiento, es de la tierra de Canaán; tu padre fue amorreo, y tu madre hetea. Y en cuanto a tu nacimiento, el día que naciste no fue cortado tu ombligo, ni fuiste lavada con aguas para limpiarte, ni salada con sal, ni fuiste envuelta con fajas. No hubo ojo que se compadeciese de ti para hacerte algo de esto, teniendo de ti misericordia; sino que fuiste arrojada sobre la faz del campo, con menosprecio de tu vida, en el día que naciste.
Y yo pasé junto a ti, y te vi sucia en tus sangres, y cuando estabas en tus sangres te dije: ¡Vive! Sí, te dije, cuando estabas en tus sangres: ¡Vive! Te hice multiplicar como la hierba del campo; y creciste y te hiciste grande, y llegaste a ser muy hermosa;
Dios rescató a Israel de la muerte segura, y lo hizo Su pueblo, cuidándolo y haciéndolo hermoso.
El 16:14 dice: “Y salió tu renombre entre las naciones a causa de tu hermosura; porque era perfecta, a causa de mi hermosura que yo puse sobre ti, dice Jehová el Señor.”
Mas en la hermosura y prosperidad el pueblo volvió su mirada a sí mismo:
Leemos en el 16:15 y 17 “Pero confiaste en tu hermosura, y te prostituiste a causa de tu renombre, y derramaste tus fornicaciones a cuantos pasaron;… Tomaste asimismo tus hermosas alhajas de oro y de plata que yo te había dado, y te hiciste imágenes de hombre y fornicaste con ellas”
Dios la compara con una esposa infiel y continúa denunciando lo que Israel había hecho con sus hijos e hijas:
20-22 “Además de esto, tomaste tus hijos y tus hijas que habías dado a luz para mí, y los sacrificaste a ellas para que fuesen consumidos. ¿Eran poca cosa tus fornicaciones, 21para que degollases también a mis hijos y los ofrecieras a aquellas imágenes como ofrenda que el fuego consumía? 22Y con todas tus abominaciones y tus fornicaciones no te has acordado de los días de tu juventud, cuando estabas desnuda y descubierta, cuando estabas envuelta en tu sangre.”
¡No se acordaron de donde habían salido—y menospreciaron el amor que Dios les había mostrado! Rescatada, cuidada, elegida para gloria, y ahora se daba a cualquiera que pasara, gratuitamente y sin reparo, sacrificando incluso a sus hijos ante dioses falsos.”
Las descripciones del capítulo 16 son extremamente claras, de modo que no las leeré en voz alta para no herir la sensibilidad de ninguna, pero Dios claramente compara a su pueblo rescatado con una joven que después de haber sido rescatada de una muerte segura al nacer, es criada con todo el amor del mundo, cuidada, preparada para ser la heredera de la casa, y por voluntad propia deja al que tanto la amó para ir tras muchos otros de forma promiscua y vergonzosa. Ezequiel aquí la compara a una ramera, pero a diferencia de esta, Israel hace todo esto gratuitamente, y si esto fuera poco, Dios le dice: 16: 31-34: “Y no fuiste semejante a ramera, en que menospreciaste la paga, sino como mujer adúltera, que en lugar de su marido recibe a ajenos. A todas las rameras les dan dones; mas tú diste tus dones a todos tus enamorados; y les diste presentes, para que de todas partes se llegasen a ti en tus fornicaciones.
Se les acercaba un juicio en el que todos estos pueblos con los que Israel había flirteado y como dice el texto “fornicado y adulterado”, vendrían contra ellos para destruirlos.
Y Dios les dice en el 16:43: “Por cuanto no te acordaste de los días de tu juventud, y me provocaste a ira en todo esto, por eso, he aquí yo también traeré tu camino sobre tu cabeza, dice Jehová el Señor; pues ni aun has pensado sobre toda tu lujuria.”
Dios comparó a su pueblo con Samaria, gente que Jerusalén despreciaba. Mira cómo los comparó también con Sodoma, pueblo que todos reconocían como pecador:
16:47-52 ¡Ni aun anduviste en sus caminos, ni hiciste según sus abominaciones; antes, como si esto fuera poco y muy poco, te corrompiste más que ellas en todos tus caminos. Vivo yo, dice Jehová el Señor, que Sodoma tu hermana y sus hijas no han hecho como hiciste tú y tus hijas. He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso. Y se llenaron de soberbia, e hicieron abominación delante de mí, y cuando lo vi las quité. Y Samaria no cometió ni la mitad de tus pecados; porque tú multiplicaste tus abominaciones más que ellas, y has justificado a tus hermanas con todas las abominaciones que tú hiciste. Tú también, que juzgaste a tus hermanas, lleva tu vergüenza en los pecados que tú hiciste, más abominables que los de ellas; más justas son que tú; avergüénzate, pues, tú también, y lleva tu confusión.”
Israel podía ver el pecado de otros, pero no reconocía su propio mal.
Y una vez más llega la misericordia incondicional y sin merecimiento; Dios promete ser fiel a Su pueblo:
Dios les dice en el 16:59-60: “Pero más ha dicho Jehová el Señor: ¿Haré yo contigo como tú hiciste, que menospreciaste el juramento para invalidar el pacto? Antes yo tendré memoria de mi pacto que concerté contigo en los días de tu juventud, y estableceré contigo un pacto sempiterno.”
Dios había dejado claro que Israel había roto e invalidado el pacto con Dios, menospreciando el juramento. Pero Dios no era como ellos. Él sí recordaba el pacto que había hecho con Israel y con su siervo David, y lo mantendría. Ahora establecería un pacto renovado, sempiterno.
Acaba el capítulo con el Señor reafirmando el pacto que Él, Dios mismo mantendría con este pueblo infiel. Él sí sería fiel a su pacto.
En el capítulo 20:5-7 Dios le dice a Ezequiel lo que ha de hablar a los principales de Israel: “Así ha dicho Jehová el Señor: El día que escogí a Israel, y que alcé mi mano para jurar a la descendencia de la casa de Jacob, cuando me di a conocer a ellos en la tierra de Egipto, cuando alcé mi mano y les juré diciendo: Yo soy Jehová vuestro Dios; aquel día que les alcé mi mano, jurando así que los sacaría de la tierra de Egipto a la tierra que les había provisto, que fluye leche y miel, la cual es la más hermosa de todas las tierras; (Ex. 6.2-8) entonces les dije: Cada uno eche de sí las abominaciones de delante de sus ojos, y no os contaminéis con los ídolos de Egipto. Yo soy Jehová vuestro Dios.”
El pueblo pecaba en rebelión a Dios, y aún así le ofrecían sacrificios. Y Dios dice que las ofrendas que ofrecían le irritaban (20:28) por lo que les reprochó: “Andad cada uno tras sus ídolos, y servidles, si es que a mí no me obedecéis; pero no profanéis más mi santo nombre con vuestras ofrendas y con vuestros ídolos.” (20:39)
Mas Dios esperaría pacientemente al pueblo, y dice el 20:43-44 “os acordaréis de vuestros caminos, y de todos vuestros hechos en que os contaminasteis; y os aborreceréis a vosotros mismos a causa de todos vuestros pecados que cometisteis. Y sabréis que yo soy Jehová, cuando haga con vosotros por amor de mi nombre, no según vuestros caminos malos ni según vuestras perversas obras, oh casa de Israel, dice Jehová el Señor.”
El pueblo de Dios vería que lo que había hecho estaba mal, y cuando este momento llegara, Dios no les daría todo el mal que merecían, sino que mostraría paciencia y misericordia, incluso en medio del castigo, para que vieran que Dios es Único en la tierra, y no hay otro como Él.
¡Qué bonito e interesante ver que el pueblo respondería a la misericordia y el amor tras haber recibido el castigo merecido!
Me hace pensar en la educación y la crianza. Algunos padres son permisivos, y no se atreven a disciplinar a sus hijos por miedo a que estos se aparten de ellos y no los amen. Otros son extremadamente autoritarios, y temen mostrar amor y misericordia por temor de que sus hijos se les desvíen. Con el tiempo, los primeros acaban con hijos egoístas que les son indiferentes, y los últimos con hijos amargados que no han visto el amor de sus padres. eEstos padres encuentran que tanta disciplina no produce el resultado deseado; los otros que permisividad no demuestra amor. Sin embargo,
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Ezequiel 16:3-7: “Así ha dicho Jehová el Señor sobre Jerusalén: Tu origen, tu nacimiento, es de la tierra de Canaán; tu padre fue amorreo, y tu madre hetea. Y en cuanto a tu nacimiento, el día que naciste no fue cortado tu ombligo, ni fuiste lavada con aguas para limpiarte, ni salada con sal, ni fuiste envuelta con fajas. No hubo ojo que se compadeciese de ti para hacerte algo de esto, teniendo de ti misericordia; sino que fuiste arrojada sobre la faz del campo, con menosprecio de tu vida, en el día que naciste.
Y yo pasé junto a ti, y te vi sucia en tus sangres, y cuando estabas en tus sangres te dije: ¡Vive! Sí, te dije, cuando estabas en tus sangres: ¡Vive! Te hice multiplicar como la hierba del campo; y creciste y te hiciste grande, y llegaste a ser muy hermosa;
Dios rescató a Israel de la muerte segura, y lo hizo Su pueblo, cuidándolo y haciéndolo hermoso.
El 16:14 dice: “Y salió tu renombre entre las naciones a causa de tu hermosura; porque era perfecta, a causa de mi hermosura que yo puse sobre ti, dice Jehová el Señor.”
Mas en la hermosura y prosperidad el pueblo volvió su mirada a sí mismo:
Leemos en el 16:15 y 17 “Pero confiaste en tu hermosura, y te prostituiste a causa de tu renombre, y derramaste tus fornicaciones a cuantos pasaron;… Tomaste asimismo tus hermosas alhajas de oro y de plata que yo te había dado, y te hiciste imágenes de hombre y fornicaste con ellas”
Dios la compara con una esposa infiel y continúa denunciando lo que Israel había hecho con sus hijos e hijas:
20-22 “Además de esto, tomaste tus hijos y tus hijas que habías dado a luz para mí, y los sacrificaste a ellas para que fuesen consumidos. ¿Eran poca cosa tus fornicaciones, 21para que degollases también a mis hijos y los ofrecieras a aquellas imágenes como ofrenda que el fuego consumía? 22Y con todas tus abominaciones y tus fornicaciones no te has acordado de los días de tu juventud, cuando estabas desnuda y descubierta, cuando estabas envuelta en tu sangre.”
¡No se acordaron de donde habían salido—y menospreciaron el amor que Dios les había mostrado! Rescatada, cuidada, elegida para gloria, y ahora se daba a cualquiera que pasara, gratuitamente y sin reparo, sacrificando incluso a sus hijos ante dioses falsos.”
Las descripciones del capítulo 16 son extremamente claras, de modo que no las leeré en voz alta para no herir la sensibilidad de ninguna, pero Dios claramente compara a su pueblo rescatado con una joven que después de haber sido rescatada de una muerte segura al nacer, es criada con todo el amor del mundo, cuidada, preparada para ser la heredera de la casa, y por voluntad propia deja al que tanto la amó para ir tras muchos otros de forma promiscua y vergonzosa. Ezequiel aquí la compara a una ramera, pero a diferencia de esta, Israel hace todo esto gratuitamente, y si esto fuera poco, Dios le dice: 16: 31-34: “Y no fuiste semejante a ramera, en que menospreciaste la paga, sino como mujer adúltera, que en lugar de su marido recibe a ajenos. A todas las rameras les dan dones; mas tú diste tus dones a todos tus enamorados; y les diste presentes, para que de todas partes se llegasen a ti en tus fornicaciones.
Se les acercaba un juicio en el que todos estos pueblos con los que Israel había flirteado y como dice el texto “fornicado y adulterado”, vendrían contra ellos para destruirlos.
Y Dios les dice en el 16:43: “Por cuanto no te acordaste de los días de tu juventud, y me provocaste a ira en todo esto, por eso, he aquí yo también traeré tu camino sobre tu cabeza, dice Jehová el Señor; pues ni aun has pensado sobre toda tu lujuria.”
Dios comparó a su pueblo con Samaria, gente que Jerusalén despreciaba. Mira cómo los comparó también con Sodoma, pueblo que todos reconocían como pecador:
16:47-52 ¡Ni aun anduviste en sus caminos, ni hiciste según sus abominaciones; antes, como si esto fuera poco y muy poco, te corrompiste más que ellas en todos tus caminos. Vivo yo, dice Jehová el Señor, que Sodoma tu hermana y sus hijas no han hecho como hiciste tú y tus hijas. He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso. Y se llenaron de soberbia, e hicieron abominación delante de mí, y cuando lo vi las quité. Y Samaria no cometió ni la mitad de tus pecados; porque tú multiplicaste tus abominaciones más que ellas, y has justificado a tus hermanas con todas las abominaciones que tú hiciste. Tú también, que juzgaste a tus hermanas, lleva tu vergüenza en los pecados que tú hiciste, más abominables que los de ellas; más justas son que tú; avergüénzate, pues, tú también, y lleva tu confusión.”
Israel podía ver el pecado de otros, pero no reconocía su propio mal.
Y una vez más llega la misericordia incondicional y sin merecimiento; Dios promete ser fiel a Su pueblo:
Dios les dice en el 16:59-60: “Pero más ha dicho Jehová el Señor: ¿Haré yo contigo como tú hiciste, que menospreciaste el juramento para invalidar el pacto? Antes yo tendré memoria de mi pacto que concerté contigo en los días de tu juventud, y estableceré contigo un pacto sempiterno.”
Dios había dejado claro que Israel había roto e invalidado el pacto con Dios, menospreciando el juramento. Pero Dios no era como ellos. Él sí recordaba el pacto que había hecho con Israel y con su siervo David, y lo mantendría. Ahora establecería un pacto renovado, sempiterno.
Acaba el capítulo con el Señor reafirmando el pacto que Él, Dios mismo mantendría con este pueblo infiel. Él sí sería fiel a su pacto.
En el capítulo 20:5-7 Dios le dice a Ezequiel lo que ha de hablar a los principales de Israel: “Así ha dicho Jehová el Señor: El día que escogí a Israel, y que alcé mi mano para jurar a la descendencia de la casa de Jacob, cuando me di a conocer a ellos en la tierra de Egipto, cuando alcé mi mano y les juré diciendo: Yo soy Jehová vuestro Dios; aquel día que les alcé mi mano, jurando así que los sacaría de la tierra de Egipto a la tierra que les había provisto, que fluye leche y miel, la cual es la más hermosa de todas las tierras; (Ex. 6.2-8) entonces les dije: Cada uno eche de sí las abominaciones de delante de sus ojos, y no os contaminéis con los ídolos de Egipto. Yo soy Jehová vuestro Dios.”
El pueblo pecaba en rebelión a Dios, y aún así le ofrecían sacrificios. Y Dios dice que las ofrendas que ofrecían le irritaban (20:28) por lo que les reprochó: “Andad cada uno tras sus ídolos, y servidles, si es que a mí no me obedecéis; pero no profanéis más mi santo nombre con vuestras ofrendas y con vuestros ídolos.” (20:39)
Mas Dios esperaría pacientemente al pueblo, y dice el 20:43-44 “os acordaréis de vuestros caminos, y de todos vuestros hechos en que os contaminasteis; y os aborreceréis a vosotros mismos a causa de todos vuestros pecados que cometisteis. Y sabréis que yo soy Jehová, cuando haga con vosotros por amor de mi nombre, no según vuestros caminos malos ni según vuestras perversas obras, oh casa de Israel, dice Jehová el Señor.”
El pueblo de Dios vería que lo que había hecho estaba mal, y cuando este momento llegara, Dios no les daría todo el mal que merecían, sino que mostraría paciencia y misericordia, incluso en medio del castigo, para que vieran que Dios es Único en la tierra, y no hay otro como Él.
¡Qué bonito e interesante ver que el pueblo respondería a la misericordia y el amor tras haber recibido el castigo merecido!
Me hace pensar en la educación y la crianza. Algunos padres son permisivos, y no se atreven a disciplinar a sus hijos por miedo a que estos se aparten de ellos y no los amen. Otros son extremadamente autoritarios, y temen mostrar amor y misericordia por temor de que sus hijos se les desvíen. Con el tiempo, los primeros acaban con hijos egoístas que les son indiferentes, y los últimos con hijos amargados que no han visto el amor de sus padres. eEstos padres encuentran que tanta disciplina no produce el resultado deseado; los otros que permisividad no demuestra amor. Sin embargo,
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