Jeremías-140 Cisternas rotas
Jul 24, 2023 ·
9m 29s
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Description
“Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.” Jeremías 2:13 Suele ocurrir...
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“Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.”
Jeremías 2:13
Suele ocurrir que cuando la gente deja a Dios de lado, no encuentra algo mejor para sustituirlo. Jeremías nos presenta al pueblo de Dios que había rechazado al que es la fuente de la vida. Para sustituirlo, habían encontrado otras cosas en que poner su confianza, cosas que jamás podrían suplir la necesidad la fuente de la vida, Dios mismo. Puede que al principio les pareciera que sí. Puede que al principio el pueblo de Israel pensara que podrían dejar la fuente de agua viva porque tenían cisternas llenas de agua fresca. No necesitarían más a Dios. Sin embargo, imagina cómo debieron sentirte después de un tiempo, cuando la cisterna que sostenía ese agua con la que estaban contando no conseguía mantener el agua. Resulta que eran cisternas rotas, agrietadas. El agua se iba perdiendo, y no habría forma de mantenerla llena, porque la fuente de agua que podría suministrarla ya no estaba disponible.
No es algo de lo que el pueblo era completamente consciente. ¿Te ha pasado alguna vez? ¿Te has sentido que lo que haces no te llena, no te satisface, pero no sabes cómo arreglarlo? El pueblo de Dios pasó por ahí. Ensimismados, liados en sus propias vidas, muy probablemente no sentían satisfacción, pero no se daban cuenta que era por falta de la Fuente de Vida. No se habían dado cuenta, y es por eso que Dios envió a los profetas a llamarles la atención.
Las decisiones que habían tomado y las elecciones que habían escogido les estaban llevando a una escasez crónica. Les dice Dios en el 2:19
“Tu maldad te castigará, y tus rebeldías te condenarán; sabe, pues, y ve cuán malo y amargo es el haber dejado tú a Jehová tu Dios, y faltar mi temor en ti, dice el Señor, Jehová de los ejércitos. (2:19)
“Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo Jehová el Señor.”
Jeremías 2:22
“Como se avergüenza el ladrón cuando es descubierto, así se avergonzará la casa de Israel, ellos, sus reyes, sus príncipes, sus sacerdotes y sus profetas, que dicen a un leño: Mi padre eres tú; y a una piedra: Tú me has engendrado. Porque me volvieron la cerviz, y no el rostro; y en el tiempo de su calamidad dicen: Levántate, y líbranos. ¿Y dónde están tus dioses que hiciste para ti? Levántense ellos, a ver si te podrán librar en el tiempo de tu aflicción; porque según el número de tus ciudades, oh Judá, fueron tus dioses.” (2:26-28)
Habían llegado al punto en que cada ciudad tenía su Dios, dioses que habían fabricado ellos con sus manos, dioses que no podrían librarlos ni bendecirlos, porque no eran más que ídolos hechos de piedra o madera. Habían sustituido al Dios del Universo por ídolos inertes, la fuente de vida por cisternas rotas.
Y Dios los reprende:
“¡Oh generación! atended vosotros a la palabra de Jehová. ¿He sido yo un desierto para Israel, o tierra de tinieblas? ¿Por qué ha dicho mi pueblo: Somos libres; nunca más vendremos a ti?” (2:31)
Al dejar a Dios se sentían libres. ¡Ya no tenían a un ser superior a quien dar cuentas! Y Dios les pregunta: ¿Acaso os he dado yo mal, desierto o tinieblas?
Aunque el pueblo había rechazado a Dios y lo había sustituido por otras cosas y otra gente, Dios no los abandonaría. Quería ofrecerles una salida y darles una vida plena. El Dios fiel estaba extendiendo la mano al pueblo infiel.
El libro de Jeremías es una advertencia de lo que venía, y el desastre llegaría muy pronto. Mas Dios, una vez más, en consonancia con Su carácter, les ofrece su inagotable misericordia.
Jeremías 3:5 “¿Guardará su enojo para siempre? ¿Eternamente lo guardará?” Y la respuesta retórica es “No, no lo hará”
“He aquí que has hablado y hecho cuantas maldades pudiste.” les dice el Señor.
Y Dios envía a Jeremías diciendo: “Ve y clama estas palabras hacia el norte, y di: Vuélvete, oh rebelde Israel, dice Jehová; no haré caer mi ira sobre ti, porque misericordioso soy yo, dice Jehová, no guardaré para siempre el enojo. Reconoce, pues, tu maldad, porque contra Jehová tu Dios has prevaricado, y fornicaste con los extraños debajo de todo árbol frondoso, y no oíste mi voz, dice Jehová.”
Jeremías 3:12-13
En Jeremías 42:10-12 leemos que el profeta les dio instrucciones para tranquilizarlos ante la invasión del rey de Babilonia: “Si os quedareis quietos en esta tierra, os edificaré, y no os destruiré; os plantaré, y no os arrancaré; porque estoy arrepentido del mal que os he hecho. No temáis de la presencia del rey de Babilonia, del cual tenéis temor; no temáis de su presencia, ha dicho Jehová, porque con vosotros estoy yo para salvaros y libraros de su mano; y tendré de vosotros misericordia, y él tendrá misericordia de vosotros y os hará regresar a vuestra tierra.”
Mas el pueblo no lo creyó, se desesperó y salieron huyendo a Egipto (recordáis que siglos antes habían salido de Egipto huyendo- pues ahora volvían, huyendo de otro invasor y buscando refugio en el lugar donde habían estado esclavizados durante generaciones, y una vez allí, encontraron muchos dioses nuevos, dioses inertes a los cuales adorar.
Tristemente leemos en el capítulo 44, cómo Dios lamenta “Envié a vosotros todos mis siervos los profetas, desde temprano y sin cesar, para deciros: No hagáis esta cosa abominable que yo aborrezco. Pero no oyeron ni inclinaron su oído para convertirse de su maldad, para dejar de ofrecer incienso a dioses ajenos.” (4-5)
Egipto, otra cisterna rota en la que confiaron, sería invadido por Babilonia, y Dios tendría misericordia de su pueblo aún otra vez.
Como Dios les profetizó en el capítulo 52, 70 años más tarde el pueblo volvería a su tierra. “En aquellos días y en aquel tiempo, dice Jehová, vendrán los hijos de Israel, ellos y los hijos de Judá juntamente; e irán andando y llorando, y buscarán a Jehová su Dios.
Preguntarán por el camino de Sion, hacia donde volverán sus rostros, diciendo: Venid, y juntémonos a Jehová con pacto eterno que jamás se ponga en olvido.”
Me gustaría contar que en el libro de Jeremías hubo un buen desenlace, que hubo reconciliación, y que vivieron felices y comieron perdices, mas esto no ocurriría aún. Mas sí, como hemos visto anteriormente y puedes ya imaginar, Dios mantenía un plan para la reconciliación, en Cristo que había de venir.
¿Estás tú confiando en cisternas rotas? ¿o te has dado ya cuenta de que no hay sustituto para el que es la Fuente de agua viva? Ven y toma de la fuente que puede satisfacer plenamente y para siempre.
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Jeremías 2:13
Suele ocurrir que cuando la gente deja a Dios de lado, no encuentra algo mejor para sustituirlo. Jeremías nos presenta al pueblo de Dios que había rechazado al que es la fuente de la vida. Para sustituirlo, habían encontrado otras cosas en que poner su confianza, cosas que jamás podrían suplir la necesidad la fuente de la vida, Dios mismo. Puede que al principio les pareciera que sí. Puede que al principio el pueblo de Israel pensara que podrían dejar la fuente de agua viva porque tenían cisternas llenas de agua fresca. No necesitarían más a Dios. Sin embargo, imagina cómo debieron sentirte después de un tiempo, cuando la cisterna que sostenía ese agua con la que estaban contando no conseguía mantener el agua. Resulta que eran cisternas rotas, agrietadas. El agua se iba perdiendo, y no habría forma de mantenerla llena, porque la fuente de agua que podría suministrarla ya no estaba disponible.
No es algo de lo que el pueblo era completamente consciente. ¿Te ha pasado alguna vez? ¿Te has sentido que lo que haces no te llena, no te satisface, pero no sabes cómo arreglarlo? El pueblo de Dios pasó por ahí. Ensimismados, liados en sus propias vidas, muy probablemente no sentían satisfacción, pero no se daban cuenta que era por falta de la Fuente de Vida. No se habían dado cuenta, y es por eso que Dios envió a los profetas a llamarles la atención.
Las decisiones que habían tomado y las elecciones que habían escogido les estaban llevando a una escasez crónica. Les dice Dios en el 2:19
“Tu maldad te castigará, y tus rebeldías te condenarán; sabe, pues, y ve cuán malo y amargo es el haber dejado tú a Jehová tu Dios, y faltar mi temor en ti, dice el Señor, Jehová de los ejércitos. (2:19)
“Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo Jehová el Señor.”
Jeremías 2:22
“Como se avergüenza el ladrón cuando es descubierto, así se avergonzará la casa de Israel, ellos, sus reyes, sus príncipes, sus sacerdotes y sus profetas, que dicen a un leño: Mi padre eres tú; y a una piedra: Tú me has engendrado. Porque me volvieron la cerviz, y no el rostro; y en el tiempo de su calamidad dicen: Levántate, y líbranos. ¿Y dónde están tus dioses que hiciste para ti? Levántense ellos, a ver si te podrán librar en el tiempo de tu aflicción; porque según el número de tus ciudades, oh Judá, fueron tus dioses.” (2:26-28)
Habían llegado al punto en que cada ciudad tenía su Dios, dioses que habían fabricado ellos con sus manos, dioses que no podrían librarlos ni bendecirlos, porque no eran más que ídolos hechos de piedra o madera. Habían sustituido al Dios del Universo por ídolos inertes, la fuente de vida por cisternas rotas.
Y Dios los reprende:
“¡Oh generación! atended vosotros a la palabra de Jehová. ¿He sido yo un desierto para Israel, o tierra de tinieblas? ¿Por qué ha dicho mi pueblo: Somos libres; nunca más vendremos a ti?” (2:31)
Al dejar a Dios se sentían libres. ¡Ya no tenían a un ser superior a quien dar cuentas! Y Dios les pregunta: ¿Acaso os he dado yo mal, desierto o tinieblas?
Aunque el pueblo había rechazado a Dios y lo había sustituido por otras cosas y otra gente, Dios no los abandonaría. Quería ofrecerles una salida y darles una vida plena. El Dios fiel estaba extendiendo la mano al pueblo infiel.
El libro de Jeremías es una advertencia de lo que venía, y el desastre llegaría muy pronto. Mas Dios, una vez más, en consonancia con Su carácter, les ofrece su inagotable misericordia.
Jeremías 3:5 “¿Guardará su enojo para siempre? ¿Eternamente lo guardará?” Y la respuesta retórica es “No, no lo hará”
“He aquí que has hablado y hecho cuantas maldades pudiste.” les dice el Señor.
Y Dios envía a Jeremías diciendo: “Ve y clama estas palabras hacia el norte, y di: Vuélvete, oh rebelde Israel, dice Jehová; no haré caer mi ira sobre ti, porque misericordioso soy yo, dice Jehová, no guardaré para siempre el enojo. Reconoce, pues, tu maldad, porque contra Jehová tu Dios has prevaricado, y fornicaste con los extraños debajo de todo árbol frondoso, y no oíste mi voz, dice Jehová.”
Jeremías 3:12-13
En Jeremías 42:10-12 leemos que el profeta les dio instrucciones para tranquilizarlos ante la invasión del rey de Babilonia: “Si os quedareis quietos en esta tierra, os edificaré, y no os destruiré; os plantaré, y no os arrancaré; porque estoy arrepentido del mal que os he hecho. No temáis de la presencia del rey de Babilonia, del cual tenéis temor; no temáis de su presencia, ha dicho Jehová, porque con vosotros estoy yo para salvaros y libraros de su mano; y tendré de vosotros misericordia, y él tendrá misericordia de vosotros y os hará regresar a vuestra tierra.”
Mas el pueblo no lo creyó, se desesperó y salieron huyendo a Egipto (recordáis que siglos antes habían salido de Egipto huyendo- pues ahora volvían, huyendo de otro invasor y buscando refugio en el lugar donde habían estado esclavizados durante generaciones, y una vez allí, encontraron muchos dioses nuevos, dioses inertes a los cuales adorar.
Tristemente leemos en el capítulo 44, cómo Dios lamenta “Envié a vosotros todos mis siervos los profetas, desde temprano y sin cesar, para deciros: No hagáis esta cosa abominable que yo aborrezco. Pero no oyeron ni inclinaron su oído para convertirse de su maldad, para dejar de ofrecer incienso a dioses ajenos.” (4-5)
Egipto, otra cisterna rota en la que confiaron, sería invadido por Babilonia, y Dios tendría misericordia de su pueblo aún otra vez.
Como Dios les profetizó en el capítulo 52, 70 años más tarde el pueblo volvería a su tierra. “En aquellos días y en aquel tiempo, dice Jehová, vendrán los hijos de Israel, ellos y los hijos de Judá juntamente; e irán andando y llorando, y buscarán a Jehová su Dios.
Preguntarán por el camino de Sion, hacia donde volverán sus rostros, diciendo: Venid, y juntémonos a Jehová con pacto eterno que jamás se ponga en olvido.”
Me gustaría contar que en el libro de Jeremías hubo un buen desenlace, que hubo reconciliación, y que vivieron felices y comieron perdices, mas esto no ocurriría aún. Mas sí, como hemos visto anteriormente y puedes ya imaginar, Dios mantenía un plan para la reconciliación, en Cristo que había de venir.
¿Estás tú confiando en cisternas rotas? ¿o te has dado ya cuenta de que no hay sustituto para el que es la Fuente de agua viva? Ven y toma de la fuente que puede satisfacer plenamente y para siempre.
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