Joel-157 Joel
Aug 16, 2023 ·
10m 55s
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Description
Veamos hoy el libro de Joel, que como el libro de Abdías, no está fechado, ni nos da pistas sobre el tiempo en que el profeta pudo haber vivido. En...
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Veamos hoy el libro de Joel, que como el libro de Abdías, no está fechado, ni nos da pistas sobre el tiempo en que el profeta pudo haber vivido. En cierto modo, este hecho nos da la libertad de tomar el mensaje de Joel y ver cómo este transciende a través de los tiempos.
El profeta habla a los moradores de la tierra (1:2). Claro está que primero hablaba al pueblo de Israel, pero pensemos en el mensaje como uno que viaja a través de los tiempos, como dice Joel, a todos los habitantes de la tierra.
El libro recoge una serie de poemas que presentan ciertas situaciones que habían ocurrido, y otras que todavía estaban por ocurrir.
El libro comienza con un poema describiendo unas plagas que habían dañado la tierra. Tal fue la destrucción, que nos dice el versículo 3 que el pueblo hablaría de esto por generaciones. “Lo que quedó de la oruga comió el saltón, y lo que quedó del saltón comió el revoltón; y la langosta comió lo que del revoltón había quedado.” (1:4) Parece que una tragedia había sucedido a otra, y la tierra estaba devastada. Los campos habían quedado destrozados, y la esperanza de superar tales pérdidas era escasa.
¿Qué ha de hacer un pueblo ante una tragedia medioambiental como esta? Muchos hemos vivido de cerca algo parecido, o lo hemos visto en televisión. La gota fría, inundaciones que destrozan las cosechas, terremotos que destruyen pueblos, temporales que arrasan dejando daños difíciles de superar… ¿Cómo responder ante todo esto? Dios nos muestra el camino, a través de Joel 1:14
“Proclamad ayuno, convocad a asamblea; congregad a los ancianos y a todos los moradores de la tierra en la casa de Jehová vuestro Dios, y clamad a Jehová.”
Los versículos 19-20 dejan clara la intención del profeta de buscar a Dios en la tragedia: “A ti, oh Jehová, clamaré; porque fuego consumió los pastos del desierto, y llama abrasó todos los árboles del campo. Las bestias del campo bramarán también a ti, porque se secaron los arroyos de las aguas, y fuego consumió las praderas del desierto.” En la dificultad, la reacción sabia era clamar a Dios.
Si el capítulo uno hablaba de una plaga de insectos, el capítulo dos describe un ataque por parte de ejércitos enemigos. En forma de poesía describe este terrible acontecimiento: “Día de tinieblas y de oscuridad, día de nube y de sombra; como sobre los montes se extiende el alba, así vendrá un pueblo grande y fuerte; semejante a él no lo hubo jamás, ni después de él lo habrá en años de muchas generaciones. Delante de él consumirá fuego, tras de él abrasará llama; como el huerto del Edén será la tierra delante de él, y detrás de él como desierto asolado; ni tampoco habrá quien de él escape.”
El pueblo había experimentado una catástrofe natural, y en un futuro le esperaba una catástrofe humana. No sabríamos decir cual es peor. Cuando la tierra gime y vemos las consecuencias, nos entristecemos, mas cuando es el ser humano el que se levanta contra otros seres humanos para herir y destruir, entonces deberían abrirse los ojos de nuestro entendimiento para reconocer que en verdad, la maldad reina en este mundo en el que vivimos. De un Edén hemos hecho un desierto. Y este deterioro no es obra de Dios, sino del pecado que prevalece.
Mas esta vez, parece ser que el ejército que describe el profeta pertenece al Dios de Justicia. Parece ir explicando por el versículo 10 que estos eventos ocurrirán en un futuro, en el que Dios con su ejército hará temblar la tierra.
“Y Jehová dará su orden delante de su ejército; porque muy grande es su campamento; fuerte es el que ejecuta su orden; porque grande es el día de Jehová, y muy terrible; ¿quién podrá soportarlo?”
No tarda el texto en ofrecernos un desenlace a esta terrible imagen de guerra. Contrastando con el sufrimiento del conflicto, el versículo 13 ofrece misericordia y clemencia. Dios les llama a arrepentirse de todo corazón, y recibir la gracia del Todopoderoso. Dice:
“Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia.” y la bella afirmación del 18: “Y Jehová, solícito por su tierra, perdonará a su pueblo.”
¿De qué servía que mostraran arrepentimiento rasgándose los vestidos si su corazón no estaba arrepentido? Dios, como había dicho en múltiples ocasiones, les recuerda que Él está interesado en una conversión interior, y no solo en cambio de costumbres y muestras de congojas. Dios mira al corazón arrepentido y perdona sin reservas.
Si fuera así de sencilla la resolución de conflictos aquí en la tierra….¡Pero en realidad lo es! ¡El arrepentimiento y el perdón deben estar presentes en nuestra vida diaria! y deberían ser tan automáticos como aquí se presentan. Que Dios nos ayude a reconocer nuestras faltas, y a perdonar a aquellos que nos lo piden.
La destrucción y el conflicto no era el fin de la historia. Joel 2:21 al 25 continúa mostrándonos que todo esta tragedia acabaría para dar paso a una etapa gloriosa.
“Tierra, no temas; alégrate y gózate, porque Jehová hará grandes cosas. Animales del campo, no temáis; porque los pastos del desierto reverdecerán, porque los árboles llevarán su fruto, la higuera y la vid darán sus frutos. Vosotros también, hijos de Sion, alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio. Las eras se llenarán de trigo, y los lagares rebosarán de vino y aceite. Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros.” (2:21)
En todo este sufrimiento, y en toda esta restauración y alegría, el pueblo reconocería que Dios es único, que no hay otro, y que Él habita en medio de Su pueblo.
Dios nos ha avisado que antes del día de juicio final habrá desastres naturales, habrá guerras y conflictos de todo tipo. Nos dice aquí: “Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová.”
Mas Dios nos ha avisado ya y debemos entender que todo esto será pasajero, señales de que el día final se acerca, y su gracia salvadora todavía está disponible a todo aquel que invoque Su nombre.
El libro acaba con una sección sobre la liberación del Señor. Él derramaría su Espíritu, traería juicio a las naciones, y traería verdadera liberación a Su pueblo. Los judíos que lo oían se maravillarían de estas promesas de liberación. Es más, todavía aluden a ellas y esperan la liberación. Mas, ¿sabes que el Señor ha abierto la oferta de liberación a cada persona que ponga su confianza en Él e invoque su nombre? El capítulo dos acaba con un versículo que es citado en el nuevo testamento para ofrecer salvación a los gentiles, aquellos que no son parte del pueblo de Israel. Dice así: “Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado.”
¿Y qué si tú eres parte de ese remanente al que Él ha llamado? ¿Te has parado a escuchar Su voz? “Si oyeres hoy su voz”, leemos en la carta a los Hebreos, “no endurezcas tu corazón.”
Asegúrate de que tu nombre esté inscrito en la lista de los que en el día del juicio final, habrán saldado las cuentas con Dios por medio de la gracia salvadora de Cristo, derramada en la cruz para la liberación del alma.
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El profeta habla a los moradores de la tierra (1:2). Claro está que primero hablaba al pueblo de Israel, pero pensemos en el mensaje como uno que viaja a través de los tiempos, como dice Joel, a todos los habitantes de la tierra.
El libro recoge una serie de poemas que presentan ciertas situaciones que habían ocurrido, y otras que todavía estaban por ocurrir.
El libro comienza con un poema describiendo unas plagas que habían dañado la tierra. Tal fue la destrucción, que nos dice el versículo 3 que el pueblo hablaría de esto por generaciones. “Lo que quedó de la oruga comió el saltón, y lo que quedó del saltón comió el revoltón; y la langosta comió lo que del revoltón había quedado.” (1:4) Parece que una tragedia había sucedido a otra, y la tierra estaba devastada. Los campos habían quedado destrozados, y la esperanza de superar tales pérdidas era escasa.
¿Qué ha de hacer un pueblo ante una tragedia medioambiental como esta? Muchos hemos vivido de cerca algo parecido, o lo hemos visto en televisión. La gota fría, inundaciones que destrozan las cosechas, terremotos que destruyen pueblos, temporales que arrasan dejando daños difíciles de superar… ¿Cómo responder ante todo esto? Dios nos muestra el camino, a través de Joel 1:14
“Proclamad ayuno, convocad a asamblea; congregad a los ancianos y a todos los moradores de la tierra en la casa de Jehová vuestro Dios, y clamad a Jehová.”
Los versículos 19-20 dejan clara la intención del profeta de buscar a Dios en la tragedia: “A ti, oh Jehová, clamaré; porque fuego consumió los pastos del desierto, y llama abrasó todos los árboles del campo. Las bestias del campo bramarán también a ti, porque se secaron los arroyos de las aguas, y fuego consumió las praderas del desierto.” En la dificultad, la reacción sabia era clamar a Dios.
Si el capítulo uno hablaba de una plaga de insectos, el capítulo dos describe un ataque por parte de ejércitos enemigos. En forma de poesía describe este terrible acontecimiento: “Día de tinieblas y de oscuridad, día de nube y de sombra; como sobre los montes se extiende el alba, así vendrá un pueblo grande y fuerte; semejante a él no lo hubo jamás, ni después de él lo habrá en años de muchas generaciones. Delante de él consumirá fuego, tras de él abrasará llama; como el huerto del Edén será la tierra delante de él, y detrás de él como desierto asolado; ni tampoco habrá quien de él escape.”
El pueblo había experimentado una catástrofe natural, y en un futuro le esperaba una catástrofe humana. No sabríamos decir cual es peor. Cuando la tierra gime y vemos las consecuencias, nos entristecemos, mas cuando es el ser humano el que se levanta contra otros seres humanos para herir y destruir, entonces deberían abrirse los ojos de nuestro entendimiento para reconocer que en verdad, la maldad reina en este mundo en el que vivimos. De un Edén hemos hecho un desierto. Y este deterioro no es obra de Dios, sino del pecado que prevalece.
Mas esta vez, parece ser que el ejército que describe el profeta pertenece al Dios de Justicia. Parece ir explicando por el versículo 10 que estos eventos ocurrirán en un futuro, en el que Dios con su ejército hará temblar la tierra.
“Y Jehová dará su orden delante de su ejército; porque muy grande es su campamento; fuerte es el que ejecuta su orden; porque grande es el día de Jehová, y muy terrible; ¿quién podrá soportarlo?”
No tarda el texto en ofrecernos un desenlace a esta terrible imagen de guerra. Contrastando con el sufrimiento del conflicto, el versículo 13 ofrece misericordia y clemencia. Dios les llama a arrepentirse de todo corazón, y recibir la gracia del Todopoderoso. Dice:
“Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia.” y la bella afirmación del 18: “Y Jehová, solícito por su tierra, perdonará a su pueblo.”
¿De qué servía que mostraran arrepentimiento rasgándose los vestidos si su corazón no estaba arrepentido? Dios, como había dicho en múltiples ocasiones, les recuerda que Él está interesado en una conversión interior, y no solo en cambio de costumbres y muestras de congojas. Dios mira al corazón arrepentido y perdona sin reservas.
Si fuera así de sencilla la resolución de conflictos aquí en la tierra….¡Pero en realidad lo es! ¡El arrepentimiento y el perdón deben estar presentes en nuestra vida diaria! y deberían ser tan automáticos como aquí se presentan. Que Dios nos ayude a reconocer nuestras faltas, y a perdonar a aquellos que nos lo piden.
La destrucción y el conflicto no era el fin de la historia. Joel 2:21 al 25 continúa mostrándonos que todo esta tragedia acabaría para dar paso a una etapa gloriosa.
“Tierra, no temas; alégrate y gózate, porque Jehová hará grandes cosas. Animales del campo, no temáis; porque los pastos del desierto reverdecerán, porque los árboles llevarán su fruto, la higuera y la vid darán sus frutos. Vosotros también, hijos de Sion, alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio. Las eras se llenarán de trigo, y los lagares rebosarán de vino y aceite. Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros.” (2:21)
En todo este sufrimiento, y en toda esta restauración y alegría, el pueblo reconocería que Dios es único, que no hay otro, y que Él habita en medio de Su pueblo.
Dios nos ha avisado que antes del día de juicio final habrá desastres naturales, habrá guerras y conflictos de todo tipo. Nos dice aquí: “Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová.”
Mas Dios nos ha avisado ya y debemos entender que todo esto será pasajero, señales de que el día final se acerca, y su gracia salvadora todavía está disponible a todo aquel que invoque Su nombre.
El libro acaba con una sección sobre la liberación del Señor. Él derramaría su Espíritu, traería juicio a las naciones, y traería verdadera liberación a Su pueblo. Los judíos que lo oían se maravillarían de estas promesas de liberación. Es más, todavía aluden a ellas y esperan la liberación. Mas, ¿sabes que el Señor ha abierto la oferta de liberación a cada persona que ponga su confianza en Él e invoque su nombre? El capítulo dos acaba con un versículo que es citado en el nuevo testamento para ofrecer salvación a los gentiles, aquellos que no son parte del pueblo de Israel. Dice así: “Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado.”
¿Y qué si tú eres parte de ese remanente al que Él ha llamado? ¿Te has parado a escuchar Su voz? “Si oyeres hoy su voz”, leemos en la carta a los Hebreos, “no endurezcas tu corazón.”
Asegúrate de que tu nombre esté inscrito en la lista de los que en el día del juicio final, habrán saldado las cuentas con Dios por medio de la gracia salvadora de Cristo, derramada en la cruz para la liberación del alma.
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Author | David y Maribel |
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