Malaquías-173 Malaquías-El último mensaje del AT
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En este último libro del Antiguo testamento esperaríamos encontrar palabras de esperanza y consejo para el tiempo que transcurriría desde que se escribiera este y cuando se iniciara el nuevo...
show moreHabía pasado un siglo desde que Zacarías había escrito, desde que se había reedificado el templo y los israelitas habían vuelto a morar en Jerusalén. Sin embargo, parece ser que los 70 años de cautiverio no habían enseñado al pueblo a obedecer a Dios. Pronto se habían vuelto a sus antiguos caminos, y en este libro, Malaquías expone varios desencuentros entre Dios y su pueblo, el cual duda del cuidado de Dios.
En el capítulo 1:2 Dios comienza: “Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste?”
El pueblo no reconocía el amor de Dios hacia ellos, mas Dios les contesta que en lugar de haberlos escogido a ellos para ser su pueblo, Dios podría haber escogido a la familia de Esaú, hermano de Jacob.
En una segunda conversación, Dios llama la atención a los sacerdotes en el 1:6-8:
“El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? Y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre.” A esta acusación de Dios, estos habían respondido: “¿En qué hemos menospreciado tu nombre? Y Dios les explica: En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo.” “Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que pensáis que la mesa de Jehová es despreciable. Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice Jehová de los ejércitos.”
Permitían al pueblo ofrecer a Dios las sobras, aquello que no querrían para otros usos. ¿Acaso pensaban que Dios no se daría cuenta, o se conformaría? Dios les reta a llevar esos sacrificios a un príncipe. No lo harían, pues sería mostrar menosprecio a este, y sin embargo, estaban menospreciando a Dios y querían pasar desapercibidos.
Sigue Dios diciéndoles: Habéis además dicho: “¡Oh, qué fastidio es esto! y me despreciáis, dice Jehová de los ejércitos; y trajisteis lo hurtado, o cojo, o enfermo, y presentasteis ofrenda. ¿Aceptaré yo eso de vuestra mano? dice Jehová.”
“Maldito el que engaña, el que teniendo machos en su rebaño, promete, y sacrifica a Jehová lo dañado. Porque yo soy Gran Rey, dice Jehová de los ejércitos, y mi nombre es temible entre las naciones.”
¡Cuánta importancia da Dios a que lo glorifiquemos con nuestras actitudes y acciones! ¿De qué sirve decir que amamos a Dios si luego le damos tan solo las sobras?
No solo habían despreciado a Dios, sino que hacían acepción de personas, estimando a unos como más importantes que otros, a lo cual Dios les recrimina en el 2:10:
“¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué, pues, nos portamos deslealmente el uno contra el otro, profanando el pacto de nuestros padres?” El Dios fiel pedía fidelidad de su pueblo, unos a otros, y hacia Dios.
Dios continúa con otra acusación en el 2:17 que el pueblo debate:
“Habéis hecho cansar a Jehová con vuestras palabras. Y decís: ¿En qué le hemos cansado? En que decís: Cualquiera que hace mal agrada a Jehová, y en los tales se complace; o si no, ¿dónde está el Dios de justicia?”
Pensaban que podían hacer mal y no ser pillados. Habían llegado a la conclusión de que no importaba si uno hacía lo justo o no. Algunos de los salmos nos muestran una confusión similar, al ver que hay mal en el mundo que parece pasarle desapercibido a Dios, llegamos a la conclusión de que a Dios no le importa. En el 3:15 decían “Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no solo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon.” Sin embargo, Dios les asegura de que sí ve al justo y al injusto, y que llegaría el día en que Él vendría a traer juicio; eso no lo podían dudar. La injusticia, así como la justicia, nunca puede pasarle desapercibida.
Dios, que no cambia, es justo y es verdad. Es más, Dios les dice en el capítulo 3 “Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos. Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos.” Mas a esto, ellos contestaron: “¿En qué hemos de volvernos?”
¿En qué? Dios les dice claramente: “¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas.”
Dios no necesita nada que nosotros le podamos ofrecer. ¿Para qué querría Dios nuestros diezmos y ofrendas? Sin duda, esa no es la cuestión. Quizá deberíamos fijarnos en lo que permite Dios que tengamos, en vez de lo que nos pide que le ofrezcamos. El pueblo no mostraba gratitud y no mostraba dependencia. En los diezmos y ofrendas mostramos que dependemos de Él para nuestro sustento. Dios les dice en el 3:10 : ¿Por qué no me probáis?
“Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.” Dios les reta a ponerlo a Él en primer lugar, a darle la honra que Él merece, y a comprobar de primera mano las bendiciones que esta dependencia de Dios producirán.
Malaquías cierra el testamento antiguo, pero lo hace dejándonos la promesa de que Jesús vendría a la tierra. Dios enviaría un mensajero primero, para preparar el camino (3:1). A este le llama Elías en el 4:5, porque daría testimonio del que venía tras él y prepararía el camino; este sería Juan el Bautista, el que vino antes de Cristo, preparando los corazones tras cuatro siglos de silencio profético.
El día del Señor se acercaba. Jesús vendría tras en mensajero, Juan el Bautista, y ofrecería su cuerpo para pagar los pecados del mundo. Su ofrenda sería grata. El cordero de Dios que quita el pecado del mundo vendría a la tierra a traer paz entre Dios y los hombres, y este cordero sería digno de Dios, perfecto y sin mancha.
¡Qué bendición saber que ante un pueblo imperfecto, Dios ya había provisto el sacrificio perfecto! Malaquías nos deja con la instrucción de atender a la Palabra de Dios, y con la esperanza del Mesías que vendría para que nosotros no tengamos que experimentar la maldición digna de nuestro pecado. Gracias a Dios por proveer el cordero perfecto, Jesucristo, Dios Hijo.
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Author | David y Maribel |
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