MelP_642-Levitico_26_11-12
Feb 14, 2024 ·
2m 30s
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Description
«Y pondré mi morada en medio de vosotros, y mi alma no os abominará; y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.» (Levítico 26:11-12)...
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«Y pondré mi morada en medio de vosotros, y mi alma no os abominará; y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.» (Levítico 26:11-12)
En el pacto de Dios con Israel en Sinaí, Dios prometió a su pueblo bendiciones materiales si obedecieran sus leyes. Muchos intentan aplicar estas palabras al cristiano directamente, enseñando que Dios quiere que seamos ricos y prósperos. El problema es que esta enseñanza contradice las palabras de Cristo (Juan 16:33). Es importante que recordemos que el pacto de Sinaí es diferente del nuevo pacto en Cristo. Aquel primer pacto no puede salvar porque no somos capaces de obedecer a Dios perfectamente. No obstante, Jesús sí lo cumplió y, como nuestro sustituto, nos ofrece una relación eterna con Dios en el nuevo pacto. Pero eso no quiero decir que no hay nada en común entre el primero y el nuevo pacto. La culminación de la bendición de Dios no es algo material sino espiritual. Dios promete morar en medio de su pueblo y amarlos en vez de aborrecerlos. El resultado será una relación real entre Dios y su pueblo. Si bien es verdad que el nuevo pacto no nos promete bendiciones materiales si obedecemos, debemos recordar que sí tenemos la mayor de todas las bendiciones. Dios nos ha hecho su templo y su Espíritu Santo mora en medio de nosotros. Gozamos de la promesa de ninguna condenación (Romanos 8:1) y somos su pueblo y Él es nuestro Dios.
Esta promesa espiritual es lo suficientemente grande que no nos hace falta más promesas materiales. Si tenemos a Dios morando y andando entre nosotros, nada nos faltará. (David Bell)
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En el pacto de Dios con Israel en Sinaí, Dios prometió a su pueblo bendiciones materiales si obedecieran sus leyes. Muchos intentan aplicar estas palabras al cristiano directamente, enseñando que Dios quiere que seamos ricos y prósperos. El problema es que esta enseñanza contradice las palabras de Cristo (Juan 16:33). Es importante que recordemos que el pacto de Sinaí es diferente del nuevo pacto en Cristo. Aquel primer pacto no puede salvar porque no somos capaces de obedecer a Dios perfectamente. No obstante, Jesús sí lo cumplió y, como nuestro sustituto, nos ofrece una relación eterna con Dios en el nuevo pacto. Pero eso no quiero decir que no hay nada en común entre el primero y el nuevo pacto. La culminación de la bendición de Dios no es algo material sino espiritual. Dios promete morar en medio de su pueblo y amarlos en vez de aborrecerlos. El resultado será una relación real entre Dios y su pueblo. Si bien es verdad que el nuevo pacto no nos promete bendiciones materiales si obedecemos, debemos recordar que sí tenemos la mayor de todas las bendiciones. Dios nos ha hecho su templo y su Espíritu Santo mora en medio de nosotros. Gozamos de la promesa de ninguna condenación (Romanos 8:1) y somos su pueblo y Él es nuestro Dios.
Esta promesa espiritual es lo suficientemente grande que no nos hace falta más promesas materiales. Si tenemos a Dios morando y andando entre nosotros, nada nos faltará. (David Bell)
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Author | David y Maribel |
Organization | David y Maribel |
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